Perlora,

Braulio FERNÁNDEZ

Las dos últimas habitantes de la Ciudad de Vacaciones de Perlora, dos hermanas que llegaron al complejo turístico a trabajar cuando estaba en pleno apogeo, están a punto de abandonar su casa. Un hogar situado en el mayor complejo turístico de Asturias, que, aunque cerrado desde hace seis años, sigue siendo su edén particular y el de mucha más gente.

«Sólo estamos a la espera de que el Principado nos pague para que nos marchemos o nos pague en especie, como se suele decir», reconoce Imelda Rodríguez, que pasa unos días sola en la casa, ya que su hermana se encuentra de vacaciones en su Valladolid natal. Desde la antigua Castilla la Vieja llegaron «hace 43 años para hacer un trabajo que muchos de los de aquí no querían, porque la labor empezaba a las siete de la mañana y terminaba con la medianoche», recuerda Rodríguez.

Tras ganar «tres juicios al Principado por la ocupación de la villa», estas mujeres se predisponen a un cambio de residencia que deje atrás los problemas que desde el cierre del complejo en 2006 hasta la actualidad han tenido su casa en el alero. «Aquí ya estamos mal, tenemos una ventana rota desde el invierno pasado, y entra mucho frío, pero nadie viene a repararlo», relata Rodríguez sobre su estancia en los chalés sindicales. Desde que con 18 años se desplazaron a Perlora, las cosas han cambiado mucho por allí. «Ahora esto es un desastre, está muy sucio, y cada año va a peor», asegura.

«Este año cambiaron la contrata que se encarga de la limpieza, y apenas hacen nada, las calles están sucias, hay maleza, y ves de vez en cuando que recogen un par de papeles del suelo y los meten en un cubo. Eso es todo», lamenta la última inquilina de la Ciudad de Vacaciones. En pocos días, su casa estará como el resto de las más de doscientas que hay repartidas por el complejo: vacía.