Carrió (Carreño),

Mónica G. SALAS

Si echamos la vista atrás, pocas similitudes podemos encontrar entre la parroquia de Carrió de hace unos años y la de ahora, que alberga prácticamente toda la industria del concejo de Carreño. Lo que en su día supuso un importante desarrollo económico para el concejo se traduce ahora en una marea de contaminación, que poco a poco ha ido motivando la salida de sus vecinos. «Es imposible la convivencia entre la industria y la población. Prueba de ello es que hoy en día muchos vecinos padecen cáncer o problemas de respiración», asegura Pablo Quiroga, presidente de la Asociación de Vecinos «El Filandón», que apostilla: «Por eso llevamos pidiendo desde hace ya varios años una solución».

Carrió, situado entre la parroquia de Albandi y Gijón, es una de las localidades menos extensas de Carreño, con 2,31 kilómetros cuadrados de superficie. Los núcleos más importantes son Bandín, Sabarriona, Otero, que es el de mayor población, y Aboño, en el que se concentra la industria.

La fábrica de Cementos Tudela Veguín, la central térmica y la subestación de Hidroeléctrica del Cantábrico, el parque de carbones y de minerales y parte de la estación de depuración de aguas residuales (EDAR) de Aboño pertenecen a la parroquia de Carrió. Todas ellas son las responsables no sólo de los problemas de salud que sufren los vecinos de esta localidad, sino también de la desaparición de algunas playas, como la de Aboño, y la contaminación de otras. En definitiva, «Carrió ha quedado completamente deshecha y cada vez son más las personas que quieren marcharse», afirma Quiroga. De hecho es, después de Prendes, la parroquia con menos población de Carreño, con alrededor de 150 habitantes. «La gente joven se va de aquí y los mayores van muriendo», matiza el presidente de la entidad vecinal.

La industria también ha acabado con la tradición ganadera y agrícola en Carrió. La población vivió durante muchos años del campo, pero a raíz de la implantación de las primeras fábricas «todo aquello desapareció. Teniendo la industria al lado de las casas es imposible poder plantar nada, ya que la lluvia ácida lo destruye todo», argumenta Pablo Quiroga.

Desde el punto de vista arquitectónico, una de las joyas que posee esta localidad es el palacio de Bernaldo de Quirós, ubicado en el barrio de Otero. Este palacio fue construido en el siglo XVIII y posteriormente, a finales del XIX, se llevó a cabo una serie de ampliaciones. El edificio, que está catalogado como bien del patrimonio cultural del Principado de Asturias, consta de un sótano, donde antiguamente estaba situada la cocina, y de otros dos pisos más. En la fachada principal del palacio había antes dos escudos heráldicos. Uno, el de los Bernaldo de Quirós, que tenía inscrita la leyenda «Después de Dios, la casa de Quirós», y el otro, de la familia Cienfuegos-Jovellanos. Estos escudos fueron retirados en el año 1955 por el último de sus propietarios.

A pesar de ser uno de los tesoros que alberga Carrió, hoy en día el palacio se encuentra en estado de abandono y es propiedad de la empresa Cementos Tudela Veguín. «Lo están dejando caer por completo», se queja Quiroga. Próximos a este palacio se sitúan, también en estado de ruinas, lo que en su día eran las cuadras y el garaje de los carruajes de la familia Bernaldo Quirós. En este lugar se encuentra también el árbol que pintó en sus cuadros el artista Nicanor Piñole. Y en el barrio de la Peruyera está el palomar del palacio, que data del siglo XVI. Otra de las construcciones más destacadas de la parroquia es la iglesia de San Lorenzo de Carrió, que, como tantas otras en el concejo, fue quemada durante la Guerra Civil y reconstruida en 1939.

Como monumento destaca la figura que la asociación vecinal del Alto de Aboño dedicó a la Familia Real española en 1915, con motivo de la visita a Carreño de la Infanta Isabel Francisca de Borbón y Borbón, conocida como «La Chata».

En el terreno educativo, las escuelas rurales de Carrió, situadas en el barrio del Bandín, cerraron sus puertas hace tres años, debido a la falta de niños. A ello hay que unir también que el centro escolar está situado muy próximo a la zona industrial, algo que en su día aceleró su cierre. «Educarse en este ambiente es una locura; ahora los más pequeños de la parroquia van al colegio a Candás», precisa Quiroga.