Candás, B. FERNÁNDEZ / M. G. SALAS

El Vía Crucis afianza su presencia en el programa religioso de la Semana Santa, y en su tercer año ha visto incrementado el número de fieles que madrugaron en la alborada del viernes para seguir las catorce estaciones del Calvario de Cristo. Como en los dos años anteriores, en los que se recuperó una tradición religiosa perdida durante dos décadas en Candás, las meditaciones que acompañaron a cada una de las catorce estaciones fueron redactadas por la escritora y periodista candasina María Teresa Álvarez y leídas por diferentes fieles. «Este año son más las meditaciones de un cronista, escritas con sentimiento, pero desde fuera», explicó Álvarez.

Una celebración en la que la viuda de Sabino Fernández Campo estuvo acompañada por Cristina Alberdi, la que fuera ministra socialista durante la última etapa de gobierno de Felipe González, y por la editora de «La esfera de los libros», Ymelda Navajo. Las tres, junto a un numeroso séquito, recorrieron las calles de la villa, contando con una luz casi inesperada durante el acto, algo que hace plantear a los organizadores el adelanto de la hora de comienzo para futuras ediciones.

La procesión partió de la iglesia de San Félix, en cuyas inmediaciones Álvarez leyó sus primeras reflexiones, a las que siguieron una oración y un canto comenzados por el párroco, José Manuel García. La comitiva recorrió la calle Valdés Pumarino y la plaza de El Cueto, subiendo por el viejo barrio de pescadores de El Nodo para regresar a la iglesia. Al finalizar cada canto, los fieles se detenían para leer una nueva meditación, que pasaba de garganta en garganta, hasta alcanzar de nuevo el templo donde descansa el Cristo marinero de Asturias.

Alberdi, quien llegó a leer una de las meditaciones escritas por María Teresa Álvarez, describió el Vía Crucis candasín como un acto «maravilloso y emocionante, con unos textos espléndidos, de una emotividad magnífica». Suya fue la ocasión para leer la decimosegunda meditación, que se corresponde con la muerte de Jesucristo. Alberdi se involucró plenamente en el recorrido del Calvario. «Muchas canciones me las sabía de toda la vida, así que pude cantar y participar», señaló la que fuera ministra de Asuntos Sociales, que reconoce que no es la primera vez que visita Candás, debido a la amistad que le une a María Teresa Álvarez.

Por su parte, Álvarez se mostró muy satisfecha con el Vía Crucis. «Estoy enormemente contenta porque veo que se está consolidando dentro del programa religioso de la Semana Santa candasina», aseguró, antes de subrayar, como novedad, el hecho de que la Cruz fuera portada por una persona distinta en cada estación.

Precisamente la escritora y periodista candasina, junto a otras once mujeres, que refundaron este año la Cofradía Nuestra Señora del Rosario, arroparon ayer a la patrona de los marineros en el día en que esta nueva congregación hacía su primera aparición en la Semana Santa candasina. A las ocho y media de la tarde, la Virgen salía con paso decidido de la iglesia de San Félix en un día en el que la lluvia daba una tregua a las celebraciones religiosas en la villa. Un gran pendón, con la pintura de la Virgen, obra del artista local Alfredo Menéndez, fue uno de los primeros elementos en salir del templo, seguido a continuación por los cofrades, la imagen de la patrona de los marineros y las doce mujeres de la junta directiva de la cofradía. Ataviadas con ropa de época de color negro, manta marinera y una rosa blanca en la mano, estas candasinas recorrieron las calles con un sentimiento especial, quizá más intenso que nunca.

A su llegada a la plaza del Paseín, la Virgen, que ocultaba su emoción bajo un velo negro, fue recibida por una multitudinaria marea de amor candasín, que contemplaba, con precisión, su impetuosa figura. En esa plaza, un coro entonó la popular canción de la Salve. Finalmente, los candasinos llevaron a la Virgen del Rosario al puerto, donde fue velada durante la noche.