Noreña,

Franco TORRE

La fiesta del Picadillo se debe celebrar cada año. Así al menos lo entienden los hosteleros de Noreña, que no ocultan su preocupación ante el anuncio de que la Orden del Sabadiego estudia cambiar la periodicidad de sus capítulos, origen de la fiesta local de San Marcos, para pasar a celebrarlos cada dos años. Una decisión que, a juicio de los hosteleros, causaría un daño irreparable a la Villa Condal, aunque todos comprenden las dificultades que debe afrontar la cofradía gastronómica en tiempos de crisis.

«Para mí es la mejor fiesta del año, por encima incluso del Ecce-Homo. El sábado, teníamos el bar lleno, con mucha gente de fuera. Es como una paga extra», argumenta Carlos «Liti» Baragaño, propietario del bar El Retiro. Además, a juicio de Baragaño el cambio en la dinámica de la fiesta podría ser fatal: «Es una fiesta que ya está hecha, que ya tiene un hueco en el calendario, como los Güevos Pintos. Sería una tontería dejarla», afirma el hostelero.

En una línea similar, Víctor Prieto, del restaurante San Marcos, considera que la fiesta es crucial para encarar el inicio de temporada: «Para nosotros, esta fiesta es un alivio. Atrae a mucha gente a la villa, y si tienes la suerte de que venga buen tiempo, como pasó este año, te permite encarrilar la temporada», explica Prieto.

No obstante, Prieto aprecia una oportunidad en ese eventual cambio de la periodicidad del capítulo de la cofradía: «Si al menos propiciase que los hosteleros nos uniésemos y organizásemos algo entre todos, podría valer la pena. Así, al menos, quizá lográsemos que nos tuviesen en cuenta a la hora de planificar fiestas y eventos, que ahora contamos más bien poco», sostiene.

En cambio, Pelayo Suárez, que también trabaja en la hostelería y que además preside la asociación juvenil Naurenia, no oculta su preocupación: «Son tiempos duros, los recortes afectan mucho a este tipo de eventos, y organizar unas fiestas como éstas requiere además un esfuerzo grande, pues cuesta mucho mover a la gente para que trabaje. Quizá necesitan más gente que les eche una mano», razona.

Con todo, Suárez piensa que una celebración con tanta tradición como ésta bien merece un esfuerzo adicional: «Pese a lo complicado de estos tiempos, no hay que desilusionarse y deben tirar para adelante, porque la fiesta se puede echar a perder. Y si hay que echarles una mano, pues aquí nos tienen», asegura.

Por último, Borja Ortea -concejal, ex presidente de la Sociedad Noreñense de Festejos y encargado del café El Viejo Almacén- entiende que los posibles perjuicios de este cambio de periodicidad de los capítulos no compensan los eventuales beneficios: «Es muy peligroso, porque la gente no vuelve. Si un año no se celebra y alguien coge el testigo, aquí o en otro sitio, puedes perder la fiesta o puede desaparecer. Yo no correría el riesgo de dejar un año en blanco, porque además está claro que la fiesta funciona y atrae a mucha gente al pueblo», sostiene.

En este sentido, Ortea alberga dudas sobre el posible desarrollo de las fiestas con un capítulo bienal: «La organización sería un lío, incluso para cosas tan sencillas como hacer publicidad. No veo claro ese planteamiento, pero si es una cuestión económica, pienso que hay otras maneras de ahorrar, quizá planteando unos festejos más modestos», señala el edil.