De los tres grandes palacios de Siero, Celles, Aramil y Valdesoto, sólo este último está en unas condiciones aceptables. El de Celles, que es el más valioso, se encuentra al borde de la ruina, y el de Aramil se deteriora irremisiblemente con el paso de los años, informa M. NOVAL.

Manuel NOVAL MORO

Los palacios más importantes de Siero, los de Aramil y Lieres, se deterioran sin remedio, como demuestra el reciente derrumbe de la panera de la finca del de Aramil, y no parece que haya una solución viable a corto plazo, porque el advenimiento de la crisis financiera y la caída del ladrillo acabó con la gran oportunidad para recuperarlos: la firma de un convenio urbanístico que permitía construir vivienda a cambio de una restauración integral de los edificios.

La situación de ambos edificios era bien distinta antes de la crisis. El equipo de gobierno socialista encabezado por Juan José Corrales había llegado a un acuerdo con la propiedad del palacio de Aramil para desarrollar una promoción de viviendas en el entorno del edificio, declarado bien de interés cultural (BIC). A cambio de construir setenta viviendas, la empresa estaba obligada a rehabilitar el palacio, dejar en su entorno un espacio de 30.000 metros cuadrados y compensar al municipio con una cantidad de alrededor de 1,2 millones de euros.

Antes se había llegado a un convenio similar con la propiedad del palacio de Valdesoto, mucho mejor conservado que los otros dos. El convenio de Valdesoto se llegó a firmar, mientras que el de Aramil se encontró con trabas administrativas. Sin embargo, ni uno ni otro llegaron a consolidarse porque se asentaban sobre un modelo de financiación que la crisis echó por tierra.

En cuanto al palacio de Celles, el Ayuntamiento intentó por todos los medios negociar un convenio similar con la propiedad, pero en ningún momento lo consiguió. Este fracaso, y la posterior coyuntura que acabó con los planes para los otros palacios, tienen, tomados desde otro punto de vista, cierta parte positiva. El modelo de desarrollo, que consistía en crear de la nada una gran mancha residencial en parroquias de origen eminentemente rural, no estaba del todo bien visto por algunos expertos. Es el caso del economista José Manuel Montes Peón, que considera «un error» una promoción que requeriría nuevos servicios y más esfuerzo inversor y de mantenimiento para un municipio ya disperso.

En cualquier caso, los palacios siguen en muy mal estado y no hay visos de que su situación vaya a ir a mejor a corto plazo, sino todo lo contrario. La concejala de Urbanismo, Engracia Valle, recordó que, aunque no esté vigente el convenio, que hubiera ayudado a que la propiedad del edificio lo restaurase adecuadamente, «la obligación de mantener el edificio en buenas condiciones existe; cualquier propietario debe mantener sus edificios en buenas condiciones de seguridad, salubridad y ornato». En este caso, además, al tratarse de un BIC, las consecuencias de no cuidarlo podrían ser más graves.

El problema está en que las sanciones, por cuantiosas que sean, están muy lejos de la enorme inversión que debe hacerse para levantar de un estado tan deteriorado un edificio de estas características. «En estos casos lo único que se podría hacer es una ejecución subsidiaria, pero el Ayuntamiento no tiene capacidad de hacer una inversión tan cuantiosa», señala la concejala. El problema sigue intacto. Los palacios, no tanto.