«Hoy se celebra la fiesta de nuestra escuela». Vestidos de mahón y de sardineras, los alumnos más pequeños de la Escuela Municipal de Música Miguel Barrosa consiguieron ayer, en la gala de fin de curso, que el público candasín se levantara de sus butacas para bailar la danza prima más multitudinaria de las fiestas del Cristo. Y es que, aunque la tradicional celebración no llegará hasta septiembre a la villa marinera, el Teatro Prendes acogió ayer un simulacro muy especial, cargado de ritmo, de risas y de ternura, que arrancó con el toque de corneta y la intervención del Poeta del Alba.

Pero eso sólo fue el inicio de una gran fiesta, en la que los alumnos de la escuela se divirtieron representando las principales escenas de la festividad. Así, tras la Alborada, vino el canto de La Marinera, con el coro, la procesión con la banda de gaitas y las Mujeres de la Paxa, que con sus grandes cestas de sardinas en la cabeza lucieron manta candasina sobre el escenario y dieron un toque cómico con la representación de una parodia.

Y de las risas a la expectación. La orquesta de la escuela ofreció un gran concierto, para dejar el papel protagonista a continuación a las guitarras y a las charangas.

Pero si hubo un momento especial en la gala ese fue, sin duda, el de los más pequeños, que, disfrazados de payasos, animaron al público con canciones como esta: «Si tocó la trompeta, tarataratareta. Si toco el clarinete, teretereterete. Si toco el violín, tiritiritiri. Si toco el tambor, prompromprom». El ambiente festivo lo llevaban en el cuerpo hasta las tazas, las cucharas y los platos, que no cesaron de cantar: «Soy una taza, una tetera, una cuchara, un cucharón, un plato llano...». Todo en el Teatro Prendes era motivo de celebración. Y qué mejor forma de culminar, entonces, la entrega de diplomas a los alumnos que con una verbena. Y así, a golpe de rock, terminaron las fiestas del Cristo que la Escuela de Música Miguel Barrosa realizó gracias a la colaboración de numerosas asociaciones, que aportaron su conocimiento. Un cóctel perfecto que ayer inundó Candás de tradición, pero sin olvidar su hilo conductor: la música.