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Todas las flores de Asturias en Candás

Dulce Fernández cultiva en su jardín especies que recoge en sus viajes por la región, sobre todo rosas, de las que tiene 20 clases: "Tengo un cariño especial por ellas"

Dulce Fernández, en su jardín de Candás. M. G. SALAS

Lo que esconde Dulce Fernández tras las puertas de su casa, en el barrio candasín de La Vega, es una huerta de flores asturianas. sobre todo, de rosas. Desde hace más de veinte años, esta vecina, enamorada de las flores silvestres, cultiva en su finca todo tipo de aromas y colores autóctonos, que seducen el olfato y la vista de cualquier visitante. Más aún cuando uno descubre que esas plantas tienen historia. Ninguna de ellas han sido compradas, sino adquiridas por Fernández en sus múltiples viajes por toda Asturias. "Siempre que voy paseando, me fijo en las casas y si hay alguna flor que me gusta, llamo a la puerta y pregunto a la dueña si me puede dar una caña", explica. Así, no es extraño localizar sobre el verde de su casa rosas procedentes de todos los rincones de la geografía asturiana y en especial de Carreño.

"Mira, éstas de aquí son rosas antiguas blancas. Las encontré hace años junto a un muro en el parque de Santarúa", cuenta nada más iniciar el recorrido por el jardín, en el que también brotan con fuerza muchas hortalizas. "Y estas otras, en Las Caldas; se las pedí a una vecina, aunque también las tengo vistas por La Nozaleda, en Perlora", dice señalando un rosal plagado de flores fuxias de múltiples pétalos y de más de 100 años de antigüedad. Junto a él, hay otra planta que también llama la atención; se conoce como "La gitanilla" y fue recogida de una vivienda de Candás, próxima a Antromero. De igual forma, adquieren protagonismo otras autóctonas de Grado, Felechosa y la parroquia carreñense de Piedeloro. Aunque por encima de todas ellas, hay una que a estas alturas de junio brilla con luz propia. Se trata de una rosa tupida con tonos blancos, conocida popularmente como "flor de los bardiales".

Según comenta Dulce Fernández, porque siempre estuvo presente entre los matorrales; sobre todo, en los de la zona norte de la región. "En Carreño siempre se vieron muchas, pero la gente no les presta atención", asegura.

Es precisamente esa cualidad la que convierte en únicas y especiales las rosas de la huerta de Dulce Fernández. Mientras que la mayoría prefiere comprar flores en tiendas para adornar su jardín, esta candasina se empeña por rescatar el encanto que muchas de estas plantas perdieron por la región fruto del abandono.

"Hay mucha gente que no las quiere y es un error, porque son muy guapas y al no ser híbridas y estar adaptadas al frío y la niebla propia de la región, no cogen ningún tipo de enfermedad", sostiene. Eso sí, tanto unas como otras requieren un cuidado constante. "Hay que quitarles las flores muertas y hacer una media poda en septiembre y otra total en febrero. Y si se quiere plantar siempre debe de hacerse en noviembre... Todo lo que se ve hoy aquí ha sido fruto de muchos años de trabajo", sostiene. Pero desde luego, merece la pena. Tan sólo hay que contemplar qué de colores y olores tan agradables tiene su huerta.

"Siempre tuve un cariño especial por las rosas antiguas y ahora quizá más", apunta. Prueba de ello es su colección casera con más de una veintena de especies diferentes, que todavía pretende seguir aumentado. Por el momento, ya le ha echado el ojo a un rosal que al parecer lleva toda la vida en la estación de tren de Candás.

"Este año, lo pillo fijo", afirma con una sonrisa. Así que la huerta de las rosas asturianas no parará de crecer en la villa marinera de Candás.

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