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Los "nenos" crecen en Santolaya

Los oriundos del viejo barrio marinero de Candás celebran 20 años de encuentros compartiendo recuerdos y cantando habaneras por la villa

Los "nenos" de Santolaya, posando en grupo en el puerto de Candás. MÓNICA G. SALAS

Los "nenos" de Santolaya, los candasinos que nacieron y crecieron en el viejo barrio marinero de la villa, ya no son unos nenos. Acaban de celebrar dos décadas de encuentros, cargados de risas, recuerdos y muchos cánticos. Con habaneras reciben, cada último viernes de septiembre, al otoño, evocan viejos tiempos y contagian de alegría al pueblo entero. Con ellas también recuerdan a los que ya no están y dan la bienvenida a los que por primera vez se han unido a la juerga. Porque la noche de los "nenos", la de anteayer, es eso, una fiesta, en la que el festín no sólo se compone de comida, sino también de anécdotas y vivencias.

La primera de esas intensas conversaciones tiene lugar nada más llegar a la puerta del restaurante, en esta ocasión, en el Náutico, en el puerto. Unos y otros, con polo azul y pañuelo marinero atado al cuello, se abrazan, se gastan bromas y sonríen sin descanso. Luego llega el momento de hacerse la foto de familia junto al mar y de sentarse ya a la mesa para empezar a degustar los platos. Entre bocado y bocado, arrancan los primeros cantares. Los temas se suceden y el repertorio parece no tener fin. "Yo me lo paso genial. Aquí todos nos conocemos y nos llevamos mejor que si fuéramos hermanos", dice Felipe Rodríguez, "Canijo", que insiste en aparecer identificado como nieto de Lolo "El Nin".

Tras la cena, la diversión continúa en su barrio, en el de Santolaya. Junto al Ayuntamiento estos candasinos se sienten como en casa. "Los recuerdos que tenemos son que pasábamos todo el día jugando en la calle y haciendo travesuras", comentan entre risas Joaquín Raimundo Rodríguez y Luis Genaro García, "Capacho", los dos vecinos homenajeados este año y que recibieron de manos de sus amigos una reproducción en cerámica del Portalón de Santolaya, ese que la mayoría lleva grabado en el pecho de su polo azul.

"Yo no soy de discursos. Se lo dejo todo a él", dice Capacho. Su amigo y vecino de la juventud toma la palabra con total soltura: "Hay que luchar para que esto se haga año tras año, porque gracias a esta cena me reencuentro con gente que en todo el año no veo. Hay otros barrios de Candás que se están animando a hacer estas reuniones y creo que sería bueno que en fechas señaladas, en las que tengamos que conmemorar nuestras raíces, nos juntásemos todos", cuenta Rodríguez, que vivió hasta los siete año en Casa Enriquín.

La primera reunión de los "nenos" fue en 1994. Por aquel entonces a la cena sólo asistieron quince personas, pero en los siguientes años la familia no paró de crecer. Hoy son unos cincuenta, cuarenta y nueve para ser exactos, los que se dan cita, los que por nada del mundo se pierden el reencuentro, los que envuelven de habaneras a su barrio natal y los que brindan para festejar que ya no son unos "nenos", que han cumplido veinte años.

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