Manuel Antonio Rodríguez, "Manolito El Pegu", lleva sesenta años en la comisión de festejos de las fiestas de Nuestra Señora del Buen Suceso en El Carbayu (Lugones) de Lugones -creada por su abuelo, Antón El Pegu-, que preside desde hace veinte años. En 2007 abrió en El Carbayu, en un edificio de su propia casa, el Museo de la Romería, en el que aparece representada al detalle la fiesta de su alma.

-Lleva toda la vida metido en esta fiesta.

-Sí. Mi abuelo murió cuando tenía yo 15 años, y a los 17 ya me incorporé. Aquí en mi casa es donde estuvo siempre el cuartel general de la fiesta cuando estaba mi abuelo, y aquí siguió y seguirá. Pasamos muchos días buenos y malos en la fiesta. Había de todo. Y cuando pasaba algo, quien pagaba el pato era nuestra casa.

-¿Fue su abuelo el que le contagió su pasión?

-Sí. Él lo dejaba todo por la fiesta. Si había que hacer alguna gestión en Oviedo, dejaba lo que estaba haciendo, si tenía que segar, dejaba la guadaña y se iba. Recuerdo que había una sequía tremenda, y la gente le decía: "Antón, aunque lloviera para El Carbayu, hacía mucha falta", y él contestaba: "Quiero más que se pierda toda la cosecha que llueva para la fiesta de El Carbayu". Lo decía de corazón, y eso que de aquella la cosa no estaba muy abundante.

-El museo ha sido una pasión paralela. ¿Cuánto tiempo le llevó hacerlo?

-Yo llevaba haciendo cosas desde 1968. Lo hacía en invierno, en la antigua tenada, a la que se subía con una escalera de arrimar. Nadie más que yo podía subir. Eran cosas muy delicadas. Por ejemplo, hacer un carrusel me llevaba seis años, porque está hecho a escala 1:10; tenía que buscar muchas cosas, ir inventando. Tenía un banco y trabajaba allí. Lo hacía en invierno porque en verano estaba con la ganadería. En abril lo dejaba y en octubre estaba como lo había dejado y seguía.

-¿Y cómo le dio por empezar con las maquetas?

-A mi siempre me habían gustado las miniaturas. Cuando lo empecé a hacer fue porque las fiestas estaban decayendo mucho y yo pensaba que iban a desaparecer. Entonces empecé a hacer cosas. Como tenía medios, porque mi oficio era de ebanista, empecé primero los caballitos, las lanchas, pero nunca creí que iba a llegar a hacer una fiesta completa como para hacer un museo. Me parecía muy difícil completarlo todo, con los alrededores y la capilla. Pero esto es como todos los hobbies. Empiezas a hacerlo y te engancha mucho. Echaba muchas horas. A veces tenía que ir a buscarme la mujer a las doce de la noche, o a la una, porque estaba concentrado, enfrascado y el tiempo me volaba. Al final, cogió tanto volumen, había tantas cosas que no tuve más remedio que terminar la romería y hacer todos los ingredientes que lleva. En 1992 Roberto Nicolás empezó a hacerme la parte eléctrica, y así lo completamos. Lo tuvimos en una exposición en 2005 en la Casa de Cultura, y bajó muchísima gente. Y a partir de ahí surgió lo del museo. Robero Nicolás me ayudó mucho.

-¿Qué le parece la propuesta de concederle la medalla de oro de Siero?

-Me parece muy bien, aunque no sé si la merezco. No puedo más que dar gracias a José Antonio Noval y a todos los que lo apoyan, entre ellos la sociedad de festejos de Santa Isabel.

-¿Se imaginaba que la fiesta iba a llegar al éxito que tiene actualmente después de tantos años?

-No, pero yo creo mucho en que las cosas dan vuelta. Por decir algo, en muchas cosas vuelve todo a su sitio. Ya se ve que hay gente que admira mucho las cosas de antes. La fiestas son de otra manera. El sábado del Carbayu había 25.000 personas.

-¿Puede ser que muera de éxito, por tener tanta gente?

-No porque tenemos la suerte de que es un sitio muy céntrico, y hay mucha gente, por ejemplo de La Corredoria, que viene andando. Eso de no tener que traer el coche es una ventaja. Y después, a diferencia de otras fiestas, la nuestra sigue con la misma gente. En otras cambian, y eso acaba notándose. Hay que tener mucho entusiasmo para estar metido en una directiva y querer superarse. Y también pierden las que no tienen un sitio fijo. La nuestra lleva 90 años en el mismo sitio. Creo que si la cambiasen para otro sitio, perdería. Ahora ocupamos 50.000 metros cuadrados entre la fiesta misma y los aparcamientos. Si lo cambiáramos de aquí, creo que perdería. Santa Isabel, por ejemplo, cambió mucho de sitio por la construcción. Pero bueno, se volvió más de bares y terrazas y sigue siendo igual muy grande.

-¿Qué le parece que Lugones tenga un día propio de fiesta local?

-Dos días festivos en agosto, con la gente de vacaciones, no me cuadran. Me cuadra más lo que piden los comerciantes, medio día cada uno, porque ahora mismo pones un día festivo el martes de El Carbayu y si no haces actividades por la mañana no te merece la pena porque hasta las ocho de la tarde no viene la gente. Nosotros no lo solicitamos. Y después, de 15.000 habitantes, la mitad de la gente trabaja en Oviedo. La gente va a querer más alguna fiesta de Oviedo, y eso no lo puedes quitar. Me parece mejor lo que piden los comerciantes, medio día para cada fiesta. De cualquier manera, si a Santa Isabel les dan la fiesta local, mejor para ellos, no me parece mal.

-¿Qué pediría con urgencia para Lugones?

-Que arreglen la avenida Conde Santa Bárbara, en la antigua carretera de Avilés. Está desastrosa, llena de baches desde hace muchísimo tiempo, y no lo arregla nadie. Y también pediría algo más de señalización aquí, en El Carbayu. Se pierde muchísima gente porque no está indicado como debe ser.