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Cuesta arriba con la tradición en el santuario de Lugás

Unos por devoción y otros por costumbre, los peregrinos caminaron varios kilómetros para cumplimentar a la Virgen

Los ramos que participaron en la procesión, camino de la iglesia. MARIOLA MENÉNDEZ

A Gonzalo Canteli y Ginés Villazón les quedaban ayer ya pocas fuerzas para rematar la última cuesta y llegar al santuario de Lugás (Villaviciosa). No era de extrañar, por su desnivel y porque ya llevaban en las piernas unos 28 kilómetros y los últimos, cuesta arriba. Partieron de Quintes a las ocho y cuarto de la mañana y cuatro horas exactas después habían concluido un peregrinaje al que son fieles cada año. Gonzalo Canteli cumple con este reto por tradición y Ginés Villazón, por una promesa. "Anima el día, pero los últimos repechos son lo más duro", aseguraron. Pero después del esfuerzo se tomaron un descanso para participar de los actos religiosos en honor a la Virgen y comer con la familia. "Promesa cumplida", destacaron orgullosos.

Unos metros más arriba descansaban un grupo, de unas sesenta personas, de Argüeru. Partieron a las ocho y cinco minutos de la mañana porque por delante tenían 11 kilómetros por recorrer. Pero no les importó porque es una tradición que repiten todos los años, cada uno por sus razones. Se animaron a llevar a los niños y los benjamines de esta caminata fueron Óscar Bonete y Paula Nava, de seis años. Pararon a reponer fuerzas en Villaviciosa pues "el último tramo es el más complicado porque no hay árboles que te den sombra y te encuentras muchos coches", explicaron Rubén Rosales y Noelia Muslera.

Unos, como Rubén Rosales, lo hacen por deporte, porque les gusta caminar, y otras, como Loli Tuero, por devoción. Confesó que un año llevó al perro, que "estaba muy malín porque le habían pegado un tiro y mejoró". Fue una razón más que suficiente para regresar años sucesivos a darle las gracias a la Virgen. Comieron todos juntos.

Aurina González, de Puelles, y Mercedes González, de Fuentes, son veteranas de esta fiesta y por eso, precavidas. Esperaban en el prau de la fiesta sentadas en una silla que habían traído de casa. "Somos mayores y hay que prevenirse", apuntaban risueñas. Acuden todos los años y también a la novena. "Venimos por tradición, ya venía con mis padres, después con los hijos y ahora ellos traen a los suyos. Hay que cogerse a algo...", apuntó Mercedes González. Aurina González cumple una promesa con la Virgen -después de que le saliera bien una operación- desde hace diez años, aunque ayer las piernas le fallaron y no le permitieron llegar caminando.

Azucena Novoa, de Llanera, fue la primera vez que llevó a la Virgen de Lugás desde la Iglesia. "Siento emoción porque desde que tengo uso de razón vengo y tengo un niño bautizado aquí por promesa", apuntó. Ella acude a esta fiesta por devoción, al igual que su marido, José Alberto Pérez, que salió en la procesión. "Es una forma de encontrarme con la familia por el hecho de llevar la Virgen. La llevé algún año más", concluyó.

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