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Siero y Noreña

La Alcaldesa, la primera en llegar

La regidora noreñense, Amparo Antuña, alterna la docencia con las responsabilidades de su cargo a base de organizarse bien y madrugar tanto que se encarga de abrir el Ayuntamiento

La Alcaldesa, la primera en llegar

La villa de Noreña está sumergida en la calma brumosa que precede al alba. Son las siete y cuarto de la mañana, una hora propiedad de los panaderos y de aquellos serenos ahora extintos. Entre la luz taciturna de las farolas que rodean los jardines del Ayuntamiento se adivina una forma menuda que avanza hacia la casa consistorial: es la alcaldesa de Noreña, Amparo Antuña, que va a abrir el edificio.

La regidora, que compatibiliza su cargo político con su trabajo como profesora de secundaria en el instituto Juan de Villanueva de Pola de Siero, inicia a esa hora, de forma diaria, una intensa jornada laboral con la que persigue dar a cada una de esas dos facetas de su vida la atención debida, y sin descuidar ninguna.

Una de sus primeras decisiones de Amparo Antuña como alcaldesa fue que las puertas del Ayuntamiento estuviesen abiertas de par en par durante el horario laboral. "Es la casa de todos, los vecinos tienen que saber que aquí les recibiremos y atenderemos", explica la regidora. De hecho, es ella misma la que cada mañana abre esas puertas, antes incluso de que comiencen a llegar los empleados municipales, que entran a trabajar a las ocho de la mañana.

Los madrugones de la alcaldesa (que se levanta en torno a las seis y media de la mañana) responden tanto a la necesidad de estirar su horario para poder atender a su doble ocupación como a una cuestión de convencimiento personal: "Cuando yo era niña, en mi casa, mis padres se levantaban muy temprano y los oía hacer cosas en la casa mientras estaba en la cama. Eso me daba una gran sensación de seguridad. Y quiero generar esa misma sensación en los vecinos, que sepan que aquí estamos para ayudarles en todo y que si tienen cualquier emergencia pueden acudir al Ayuntamiento, donde les ayudaremos si está en nuestra mano", explica.

En el Ayuntamiento, la alcaldesa recibe a los trabajadores pero también a los miembros de su equipo de gobierno, a los que obliga a "fichar", apuntando las horas de entrada y salida en sus tareas para constatar que se cumple la media liberación de que disfrutan.

Hacia las ocho y veinte de la mañana, Amparo Antuña se desplaza al instituto Juan de Villanueva, donde imparte clases de Latín. "La consejería de Educación y la dirección del centro se han portado muy bien conmigo, porque me han puesto todas las facilidades que les han sido posibles para que pueda alternar la docencia con la alcaldía", explica Antuña. En el centro, la alcaldesa de Noreña permanece un mínimo de cuatro horas y media cada día, dando clases y atendiendo a sus otras responsabilidades, entre ellas la de coordinadora en el instituto poleso del Centro del Profesorado y de Recursos (CPR).

Pese a que esta duplicidad de funciones supone un gran sacrificio personal para ella, Amparo Antuña no se lamenta por ello. Al inicio del mandato, planteó la posibilidad de coger una media liberación de su trabajo como profesora, pero no pudo acceder a ella porque esa opción no está contemplada para el profesorado de secundaria.

Esta situación puso a la alcaldesa en una auténtica encrucijada, ya que en ningún momento se había plantado dejar la docencia. "La educación es mi vida", dice Amparo Antuña, que lleva treinta años como profesora de secundaria. Por ello, la regidora decidió finalmente renunciar a cualquier tipo de liberación y alternar docencia y labor política. Algo que está logrando a base de organizar concienzudamente los horarios y de apoyarse en sus compañeros de Independientes por Noreña (IPÑ) y en su familia.

Completada la jornada en el centro educativo, un coche espera a la alcaldesa a las puertas del instituto. No se trata de un coche oficial o municipal, sino el de su marido, Manuel Ángel Villa, que hace las veces de chófer de su esposa para ayudarla a arañar minutos preciosos al reloj.

Tras salir del instituto, Amparo Antuña retorna al Ayuntamiento, donde permanecerá al menos hasta el final de la jornada laboral del funcionariado (a las tres de la tarde), siempre que no tenga que ausentarse por asuntos relacionados con su cargo. En la casa consistorial mantiene un contacto permanente con los funcionarios, a los que suele pedir que resuelvan algunas deficiencias que le comunican los vecinos o que ve ella misma por la localidad.

Antuña trata de estar encima de todos esos asuntos y exige que le comuniquen cuándo se han solventado. Se pasa por la oficina técnica, donde le enseñan en un móvil las fotos tomadas por los técnicos tras realizar la poda de unos árboles que habían solicitado con los vecinos. También habla con el arquitecto municipal de la necesidad de acometer una limpieza del alcantarillado antes de que empiece el invierno.

Entre sus obligaciones como alcaldesa, Antuña también participa en juntas y comisiones con los otros representantes políticos. Reconoce que es la parte de sus responsabilidades que menos disfruta, ya que no se siente cómoda cuando los debates se alejan de los problemas reales y derivan a cuestiones ideológicos o partidistas, ni comprende la crispación que hay entre algunas fuerzas.

Amparo Antuña se va del Ayuntamiento, normalmente, cuando termina la jornada laboral del funcionariado, a las tres de la tarde. Es frecuente, no obstante, que retorne a la casa consistorial por la tarde, para trabajar un rato más en su despacho. Pero este día en el que LA NUEVA ESPAÑA acompaña a la alcaldesa, es un día especial, ya que es el último jueves de mes y en Noreña hay Pleno municipal.

La alcaldesa entra puntual al salón de plenos, a las siete de la tarde, para presidir la sesión. El orden del día no es muy extenso, pero hay algunas mociones controvertidas y el turno de ruegos y preguntas se alarga. La sesión termina pasadas las diez de la noche. En un día normal, Amparo Antuña saldría con su marido a tomar algo por la villa, aunque esta noche hay teatro en la sala polivalente. Pero al alargarse el Pleno la función ya ha comenzado, y la alcaldesa decide dar por terminada la jornada e irse a descansar. Y es que al día siguiente, antes del alba, tiene que abrir las puertas del Ayuntamiento.

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