No es casual que el fruto icónico de Halloween, esa fiesta importada que anticipa nuestro día de Todos los Santos, sea una calabaza. Este delicioso fruto, que sale de la calabacera, inicia justo ahora la temporada alta en sus variedades de invierno. Una circunstancia que se percibe de manera evidente en el mercado poleso, plagado ayer de puestos que vendían calabazas.

"Hemos tenido una buena cosecha, con frutos grandes y sabrosos", sostiene Isolino Fuentes, agricultor de Lugones. En su puesto, instalado en los aledaños de la plaza cubierta, vende tanto calabazas comunes como las de tipo "violín". "Las comunes son deliciosas para hacer cremas, y las de violín se pueden cortar en rodajas y rebozarlas para freír", comenta Fuentes, quien revela que "la clave para hacer una buena crema de calabaza es que esté un poco alegre de picante, pero sin que llegue a picar demasiado".

En el puesto de al lado, José Manuel González, de Villanueva, ha tenido una cosecha menos buena, pero a cambio sus calabazas son de mayor tamaño. "Tenemos algunas de 20 kilos", explica el agricultor.

También bajo el alero de la plaza, pero en el frente que da a la calle Ildefonso Sánchez del Río, se instalan Rosa Cañadas, con plantación en Sariego, y Miguel Arenal, de Muñó. Ambos son agricultores ecológicos y apuestan por diversas variedades de calabaza. "Tenemos la común, la de 'violín' o cacahuete, la 'Peter Pan'... yo, en total, tengo como veinte tipos distintos de calabaza, porque es un fruto delicioso y con el que se puede hacer de todo", explica Arenal. Aparte de su jugoso sabor, el atractivo de la calabaza radica también en su ajustado precio, entre uno y dos euros el kilo.