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Crispina, mate y pasodoble en Grado

"Me adapté, pero siempre está ahí la añoranza", afirma la emigrante que revoluciona Vío El Pico con su primer regreso tras su marcha a Argentina en 1959

Crispina Gómez junto a su tío, Marcelino Gómez, en Grado. S. ARIAS

"Me adapté, pero siempre está ahí la añoranza". Así describe Crispina Gómez Rodríguez su vida en Buenos Aires (Argentina), a donde emigró desde la localidad de Vío El Pico (Grado) con 16 años. Ahora, con 73, ha regresado por primera vez al lugar que la vio nacer y este mes de vacaciones en Asturias, arropada por familiares y amigos que no la dejan ni a sol ni a sombra, es un sueño para ella: "Esto no me lo olvido más", explica con su acento astur-argentino.

Gómez nació en Ca'Mateo y se crió en casa del abuelo Constantino con su madre y sus tíos porque su padre murió cuando era un bebé. En Vío El Pico creció y allí acudió a la escuela, aunque según se ha enterado ahora no le gustaba mucho ir. "Me empacaba mi tío Marcelino porque me ponía a llorar en El Portiello".

Las tías solteras se casaron y con once años se hizo cargo de las labores de la casa. "Pronto se hizo buena cocinera", asegura su tío Marcelino Gómez. Pote, fabada, empanada, magdalenas y casadiellas eran su especialidad. Cuando tenía 16 años, su madre María Luisa decidió enviarla a Argentina con unos familiares. "Me reclamaban porque no tenían hijos", detalla. Además, su madre quería un buen futuro para ella y Latinoamérica ofrecía en aquel tiempo trabajo y bienestar, pero "no se ataban los perros con longaniza".

Embarcó el 3 de noviembre de 1959 en el puerto de Vigo (Galicia). Tras dieciocho días de travesía por el océano Atlántico con más jóvenes de su edad arribó a Buenos Aires. Su primer recuerdo es un montón de gente esperando en tierra y un oficial que vino a recogerla para entregarla a los parientes porque era menor de edad.

Comenzó a trabajar de mensajera en una correduría de seguros mientras por las noches acudía a una academia para completar los estudios de Primaria, que era imprescindible para emplearse. Después se sacó la Secundaria. Mientras trabajaba y estudiaba, también tenía tiempo para divertirse. Solía ir al Centro Asturiano o al Centro Gallego a bailar. "Cuando sonaba un pasodoble no me daban las patas para llegar a la pista", explica. Una juventud que compartió con otros jóvenes emigrados porque "había una gran comunidad, ahora eso se acabó".

Al tiempo se cambió de trabajo a la empresa General Electric, donde fue encargada de administración. Después pasó por dos empleos hasta llegar a una empresa de equipos de comunicación, pero llegó el conflicto de Las Malvinas y se quedó al paro. "Aquello fue tremendo, muy triste porque murió mucha gente en una lucha despareja; recuerdo cuando hundieron un submarino, fue terrible", describe Gómez.

Tiempo después entró en Colgate Palmolive, donde estuvo hasta que se jubiló como encargada de cuentas de la empresa en Argentina. "Trabajé duro, nunca me pesó y me gustaba lo que hacía", asegura. A pesar del arduo trabajo, Gómez también se inscribió en la universidad con más de treinta años, aunque nunca terminó los estudios porque se casó con Julio López, descendiente de emigrantes gallegos. Con él tuvo a su hija Anabella Cecilia.

En Argentina también le tocó vivir la dictadura militar en los setenta del pasado siglo. Al principio, dice que no se enteraban de lo que pasaba: "Sabíamos que estaban los Falcón, el famoso coche verde, pero con el Mundial del 78 se tapó mucho, Argentina estaba eufórica". En ese tiempo perdió tres amigos: "Al delegado sindical de la empresa vinieron a buscarlo un viernes a la fábrica y nunca más supimos de él, y a mi amiga Silvia Stregger y a su novio Mariano Torres también se los llevaron".

Después de los militares vino la gloria y la democracia, afirma. Y su vida siguió el curso en Argentina sin la esperanza de regresar a Grado. "Primero porque la nena era pequeña, luego murió mi marido y vino el corralito, que nos arruinó", señala. Ha sido el programa "Añoranza" del Principado de Asturias el que la ha traído de vuelta. En el tiempo que lleva en Asturias ya ha visitado de todo y todos los días tiene alguna actividad programada por familia y amigos. Ya tiene más de 2.000 fotos y espera sumar algunas más hasta el día 18, cuando volverá a Buenos Aires.

Gómez siempre soñó con volver a Vío El Pico y quiere que su hija lo conozca algún día. Ella seguirá en Argentina con el corazón en Asturias porque Crispina bebe mate pero baila pasodoble.

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