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Análisis

El desafío a la singularidad histórica de Noreña

El que fuera el concejo más rico de la región en renta per cápita está cambiando: dos tercios de sus vecinos ya proceden de otros lugares y necesita buscar fórmulas para sostener su industria y responder a un crecimiento urbanístico ordenado

El desafío a la singularidad histórica de Noreña

Concurren en Noreña hechos y circunstancias que hacen de ella, en cierto modo, un municipio único en Asturias. En primer lugar, por su localización geográfica y sus proporciones físicas. Noreña es el concejo de tamaño más reducido de la región y su territorio ocupa un espacio ubicado íntegramente dentro de los límites de otro municipio, Siero. Tiene una densidad de población de las más elevadas y destaca por la concentración de casi todos sus habitantes en un solo núcleo, la villa condal. Su configuración político-administrativa ha venido determinada por el vínculo mantenido con el arzobispado de Oviedo en mayor medida que ningún otro municipio. Durante mucho tiempo, hasta un período reciente, su economía estuvo basada en las producciones de calzado y de carne, de cuyas actividades recibió un impulso insólito en un concejo tan pequeño.

Para reconocer la peculiar estructura económica de Noreña, baste un dato: en 1975, en el concejo había 20 fábricas de carne y derivados, el 40% de las cuales tenía una plantilla de más de 10 empleados y en total sostenían 400 puestos de trabajo. Un enjambre así de pequeñas empresas convirtió a Noreña en el punto de referencia nacional de la industria cárnica. Pero lo más relevante no está en la estadística. Como bien han demostrado el profesor David Luque y Jesús Nuño en un estudio de sumo interés, el proceso productivo de la carne, y en especial el de la chacina, resultó ser una fuente constante de innovaciones tecnológicas y sociales. Desde la creación de nuevos productos hasta la integración en mercados exteriores, tanto para la provisión de materia prima y máquinas como para la venta de las mercancías elaboradas, la economía local disfrutó unas décadas de extraordinario dinamismo. En pleno autarquismo franquista, Noreña importó de la mano de los hermanos Kopke, apodados "los alemanes", un estilo directivo, que se hizo notar sobre todo en las relaciones laborales, inédito en aquellos años en España. Aspectos que habían sido en parte descuidados, como la gestión, la sanidad y la formación recibieron en las fábricas de Noreña una atención creciente y fruto de todo ello el concejo adquirió rasgos fácilmente reconocibles de modernidad y progreso.

El nivel de renta ascendió al primer puesto regional, las familias pudieron plantearse objetivos más ambiciosos y las expectativas generales del concejo aumentaron notablemente. Noreña consiguió encaramarse a la cresta de la ola desarrollista y en menos de medio siglo se multiplicaría por dos. En las décadas finales del pasado siglo y la primera del actual se duplicaron su población, el número de hogares y la cantidad de licencias solicitadas para emprender nuevas actividades. La afluencia de familias, la mayoría procedente de los concejos limítrofes, estimuló una expansión del concejo en todas sus dimensiones. En consecuencia, los noreñenses pudieron experimentar con particular intensidad el cambio social que a gran escala estaba viviendo el resto de españoles de forma más desigual y desequilibrada.

El crecimiento de Noreña ha sido continuo durante mucho tiempo, mientras Asturias hubo de enfrentarse a tendencias recesivas en la economía y la demografía, que han dejado una profunda huella en el mundo rural y en las cuencas mineras. Pero ahora esas tendencias, cierto es que atenuadas, están alcanzando también al concejo, que irá perdiendo así algunos de sus rasgos más característicos. Dos tercios de sus vecinos proceden de otros lugares. El envejecimiento y otros síntomas de la llamada segunda transición demográfica ya se dejan ver en Noreña. La aportación del sector servicios a la economía supera holgadamente la del sector industrial. El desarrollo urbanístico de la villa condal ha seguido las mismas pautas que otras villas y ciudades. Por un lado, la sociedad local es más heterogénea y compleja. Por el otro, los noreñenses se enfrentan a similares problemas que otras poblaciones.

Noreña está cambiando de acuerdo con el signo de los tiempos y esto supone un desafío a la personalidad histórica que había forjado en el transcurso del último siglo. Se enfrenta a dos retos. Uno es la incertidumbre económica creada por la mundialización. El cierre del matadero debe servir de alerta y para dirigir los esfuerzos a la innovación de la industria cárnica a la vez que a incentivar nuevas actividades. El área de La Barreda parece ser el enclave destinado a acoger el futuro económico del concejo y es preciso, por tanto, que su puesta en marcha no se demore.

El otro gran reto viene planteado por el factor espacial. Las normas urbanísticas vigentes reclaman una renovación concienzuda para ordenar el crecimiento de la villa condal y diseñar de forma definitiva su fisonomía. Según ha apuntado el profesor Aladino Fernández, es previsible que el núcleo urbano acabe traspasando el perímetro municipal, motivo suficiente, que se añade además a las tendencias de la política local a integrarse en ámbitos superiores, para colaborar con los concejos limítrofes en objetivos de mayor alcance que los declarados por la actual mancomunidad del Nora.

Noreña se ha distinguido en su historia reciente por su progresión discreta pero ininterrumpida. Sus vecinos han sabido aprovechar las oportunidades que han tenido. El concejo es una sociedad viva y equilibrada. Pero el futuro se presenta problemático en todas partes y también aquí. Tendremos que salir a su encuentro y eso requiere liderazgo político e implicación de los ciudadanos. El multipartidismo no debiera ser un impedimento insalvable para una gestión eficaz del ayuntamiento. Conseguir la cooperación entre los partidos es, en primer lugar, responsabilidad del gobierno municipal. Pero el futuro no compete exclusivamente al alcalde y los concejales. Las dimensiones de Noreña son idóneas para hacer partícipes a los vecinos en las decisiones sobre asuntos de interés general. No nos referimos a referéndums, sino a diversas fórmulas de consulta que se aplican rutinariamente en entidades locales de toda Europa con enorme éxito y que están tardando demasiado en llegar a Asturias.

En general, los vecinos que tienen confianza, participan en la vida política local no sólo votando y se hacen cargo de los asuntos comunes se muestran más satisfechos de vivir en su concejo. Tristemente, muchos municipios han renunciado a su futuro, bien porque su población los ha abandonado, bien porque sus vecinos se resignan a la inacción. No es el caso de nuestro concejo. Pero el futuro de las nuevas generaciones de nuestra villa empieza en lo que los vecinos que la habitan hoy y su gobierno decidan hacer o dejar de hacer. Lo asuman así o no, los concejales y los vecinos comparten por igual la máxima responsabilidad sobre el porvenir de Noreña, el lugar donde residen y con el que se identifican.

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