La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una vida de 102 años de cine en Lugones

Jesús Villa, "el del economato" y antiguo proyeccionista en el Ideal, supera el siglo de vida sin perdonar su paseo diario por la villa

Villa, leyendo LA NUEVA ESPAÑA en Lugones. FRANCO TORRE

Jesús Villa, 51 años en cada pierna, sale de su casa en la avenida de Viella, en Lugones, para iniciar su paseo diario. Con su andar paciente, aunque firme, se interna en la calle de Antonio Machado, una de las principales arterias de la ciudad hoy en día, beneficiada por múltiples promociones inmobiliarias. "Antes, aquí no había más que cuatro casas. Pero es que Lugones era el cruce viejo y poco más", relata Villa, que lleva 75 años vinculado a la localidad.

Natural de Gijón, donde vino al mundo el 23 de septiembre de 1913, la familia de Villa se trasladó a la localidad sierense de Tiñana cuando él contaba tres años. Allí pasó toda su infancia, y allí residía aún en 1934, cuando tuvo que cumplir el servicio militar en Tetuán. "Estaba al servicio de un teniente coronel que estaba asignado a Su Alteza Real el Jalifa. Si me hubiera pillado la guerra allí, hubiera vivido como un coronel", sostiene. Pero la guerra le cogió ya de vuelta a España, tras cumplir el servicio militar: "Me fui a Marruecos tras la revolución del 34, y cuando regresé, ya licenciado, saltó Franco". De inmediato se tuvo que incorporar a filas, y en los siguientes tres años le tocaría luchar en ambas trincheras: "Fui soldado de la República, pero cuando los Nacionales conquistaron el norte, me alistaron con los de Franco".

Jesús Villa continúa su paseo diario. Ha llegado ya a la mitad de Antonio Machado, una calle que completará dos veces, ida y vuelta, antes de regresar a su casa. Pero el relato de su vida aún no ha llegado siquiera a su ecuador. Nada más terminada la Guerra Civil, logró trabajo en la Fábrica de Metales, en Lugones. Una empresa señera en la localidad, fundada por el propio José Tartière, y que posteriormente se convertiría en Sia Copper.

En aquellos tiempos, las condiciones de los trabajadores eran paupérrimas. "No teníamos ni donde cambiarnos, lo hacíamos donde podíamos. Al final habilitamos uno en un taller de carpintería que no se usaba. Pero en esto que llegó un jefe que venía de centroeuropa. Su esposa, que era belga, fue la primera mujer que yo vi en mi vida en pantalones. Tenían un coche pequeñito y ordenó habilitar una cochera en el mismo taller en que nos cambiábamos, lo que nos dejó con menos de la mitad de espacio. Aún recuerdo a los obreros trabajando, mientras nosotros estábamos en calzoncillos", relata Villa.

Lo peor, en todo caso, eran las nulas condiciones de seguridad de las plantas. Villa incluso presenció un accidente mortal, aunque no quiere ahondar en el recuerdo.

Cuando ya estaba asentado en la empresa, Jesús Villa y su mujer, Consuelo Ortea, se instalaron en Lugones. Era 1954, y su primera vivienda en la localidad fue una casa en la zona de La Venta del Gallo. Ese mismo año, comenzó a trabajar como proyeccionista de cine, los fines de semana, en Lugo de Llanera. "El cine, el Ideal, era de un cuñado mío. Era también un trabajo peligroso, porque la película podía arder, pero nunca tuvimos ningún accidente ni nada. A mí me gustaba mucho ese trabajo, porque me gustaba el cine", afirma.

En aquellos años, el cine vivía un momento de apogeo que propició que se abriesen muchos locales en la región, incluso en zonas rurales. Rara era la parroquia, de cierta entidad, en la que no había un cine, en muchas ocasiones alternando su actividad con la de una sala de fiestas. Este era, precisamente, el caso del Ideal. "Había sesión de cine y después había baile. Teníamos mucha gente todo el fin de semana. Pero en vez de ir en coche, iban todos en bicicleta", relata Villa, que trabajó como proyeccionista hasta 1965.

El lugonense supera ya la mitad de su recorrido e inicia el regreso a casa. Se para en un local, donde toma un café con su hija, María Elena Villa Ortea, y su yerno, Juan Antonio Martínez. Echa un vistazo a LA NUEVA ESPAÑA mientras le sirven la leche, y acto seguido continúa su relato.

En 1966, Villa y su familia se mudan al centro de Lugones. Apenas un par de años después, entra a trabajar en el economato de la empresa. "Fue por recomendación de un empleado del economato, Manuel Baragaño. Necesitaban personal y el director le preguntó a quién mandaba. El dijo mi nombre y, aunque en electrolisis no quería que me fuera, me acabaron mandando para allá", explica. No se lo pensó dos veces, cansado de jugarse el tipo con los ácidos. La labor del lugonense era tan apreciada que se mantuvo en el economato incluso cuando cambió de manos, ya en 1976. Aún hoy, en sus paseos por Lugones, cada ciertos pasos le para algún vecino que le reconoce no por su nombre completo, sino por un expresivo apelativo: "Jesús el del economato".

Villa se jubiló en diciembre de 1978, pocas semanas después de cumplir los 65 años. Pero al poco de jubilarse falleció su esposa, Consuelo Ortea. Una pérdida que asumió con entereza, y que le llevó a mudarse con su hija y su yerno.

En estas últimas décadas, Villa no ha dejado de cuidarse, de pasear arriba y abajo por su Lugones del alma, en ocasiones en compañía de sus dos nietos, que ahora tienen 35 y 27 años y que le adoran, según revela María Elena Villa. Nunca fumó ni bebió, aunque siguió viendo cine y, durante muchos años, fue un habitual de la "ruta del colesterol", entre Lugones y La Corredoria. Unas sanas costumbres que aún mantiene, recién cumplidos los 102 años.

Compartir el artículo

stats