Y llegó septiembre y llegaron los buzos al Narcea, y volvió la polémica y renació el desencuentro. Este año, las lluvias de los días pretéritos entorpeció el conteo salmonero, más raquítico que en las precedentes, arrojando un resultado poco esperanzador, pero siempre ficticio. Estoy convencido que aguas abajo de la Figal, también aguas arriba, el Nalón guarda más salmones, pero esos no han sido tenidos en cuenta. Por enésima vez el Sella tiene muchos más, el Cares alguno menos, y las soluciones a tal superpoblación pasan por dejar más días abiertos a la pesca con muerte. No entiendo que han hecho los salmones asturianos para generar esa fiebre pesquera, que por medio de anzuelos acechantes, les condena a lucir un crotal en su cola. No entiendo los que piden medidas urgentes para poder acabar con lo poco que queda, pero tampoco entiendo a los que los apoyan por un puñado de votos. Tampoco entiendo al que puede y no quiere, o no sabe o no lo entiende.
