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El ojo que todo lo vio en Noreña

Alfonso Pascual pone fin con su jubilación a 40 años de negocio de fotografía en la Villa Condal: "Nunca perdí un rollo ni se me veló"

El ojo que todo lo vio en Noreña

Alfonso Pascual ha tomado sus últimas imágenes como fotógrafo profesional. Natural de San Martín del Rey Aurelio y asentado en Pola de Siero desde principios de la década de los setenta del pasado siglo, Pascual se ha jubilado, cerrando su emblemática tienda en Noreña, que él y su esposa, Isabel Lombardía, habían abierto cuarenta años atrás.

"La tienda de Noreña la abrimos el 13 de diciembre de 1975, y la de Lugones, que cerramos en enero cuando se jubiló mi mujer, en noviembre de 1982", relata Pascual, haciendo gala de una memoria privilegiada. Cuando abrió la tienda noreñense, Pascual llevaba ya tres años casado con Isabel Lombardía e instalado en la Pola. Sus inicios profesionales, no obstante, se remontaban algunos años atrás.

"Yo trabajaba en Sama con Mario Pascual. Fuimos de los primeros que empezamos a sacar a los novios para hacer fotos de exterior en la bodas", explica Pascual. La coincidencia de su apellido con el de su antiguo compañero es sólo eso, coincidencia: "Éramos los dos Pascual, pero no éramos familia. Su apellido venía de Segovia, el mío de Valladolid", afirma.

Tras decidirse a instalarse por su cuenta, Alfonso Pascual miró varias ubicaciones para poner su estudio. Aunque la prioridad era Pola de Siero, donde residía, acabó en Noreña por una razón meramente económica: "Dejé el estudio de Sama en mayo del 75. Estuvimos buscando varios locales para alquilar o comprar en Pola de Siero, pero todo era muy caro. Noreña era mucho más barato, y encontré un local que me gustaba", explica. Aquel primer estudio estaba en el paseo de Fray Ramón. Allí permaneció hasta el año 2001, cuando se mudó a otro local muy cercano, en la plaza de la Constitución.

"Cuando llegué a Noreña no conocía a nadie. Yo tenía 25 añinos y no sabía ni los papeles que necesitaba ni nada. Víctor Villa, que era concejal en aquellos años, me ayudó muchísimo con todos los trámites", relata Pascual. De sus primeros trabajos, recuerda con especial cariño la primera boda que hizo en Noreña: "Fue el 28 de diciembre de 1975. Era una pareja de aquí del pueblo y yo ya les hice las fotos de exteriores en los jardines del palacio del Rebollín", explica.

De aquellos primeros años, también recuerda una de sus experiencias profesionales más angustiosas: "Era en 1976, estaba cubriendo las comuniones en Noreña por primera vez. Comulgaban 105 críos, y tiré 35 rollos con 36 fotos cada uno. Tenía tres cámaras con tres flashes, y le hacía entre 15 y 20 fotos a cada crío. Estaba nerviosísimo por si alguna no salía o se estropeaba algún rollo. Encima, de aquella no era como ahora con las cámaras digitales, que ves el resultado en el acto y puedes corregir algo. Sólo te enterabas cuando revelaban. Hasta que recogí las fotos el lunes estuve angustiadísmo, ni dormía", revela Pascual.

Esos nervios, de hecho, le acompañarían toda su trayectoria: "He tenido suerte porque nunca he perdido un rollo de fotos ni se me ha velado al cambiarlo ni nada. Pero me pasó veces de despertarme de noche, a lo mejor después de una boda, porque creía que se podía haber perdido un rollo o que había hecho mal una foto. Y luego, de lunes, iba corriendo a meter prisa con el revelado, porque hasta que no veía las fotos no se me pasaba la angustia", afirma el fotógrafo.

La transición al digital dio una mayor tranquilidad al fotógrafo en sus trabajos, aunque también inició una crisis en el sector: "Es curioso como algo que ha sido tan beneficioso para la fotografía, al tiempo la ha perjudicado tanto. La facilidad que tienes ahora para hacer fotos, la seguridad de poder ver el resultado de inmediato y la ventaja de no tener que andar cambiando los rollos, es algo que no nos podíamos imaginar de aquella. Cuando hacía las comuniones era un no parar: acababas un rollo y cogías otra cámara porque no tenías ni tiempo a cambiar el rollo. Pero lo que pasa ahora es que nadie revela, la gente guarda las fotos en el ordenador y no las pasa a papel. Es algo incomprensible y hasta peligroso, porque la gente está perdiendo fotos continuamente por no pasarlas a papel", argumenta Pascual, que no obstante mantuvo su carácter metódico para evitar sustos: "Cuando acababa un trabajo venía de frente al estudio, descargaba las fotos en el ordenador y hacía una copia en CD. Así tenía tres copias por si pasaba algo: la tarjeta, el ordenador y el disco".

Volviendo a sus años de desempeño profesional, Pascual tiene infinidad de anécdotas. "En los ochenta tenía un cliente, Alfredo, que me mandaba a hacer fotos del Sporting continuamente. Cuando venía algún equipo que le interesaba o iba a pasar alguna cosa singular, me sacaba el pase y me mandaba para allá. Y eran fotos para él, no para el club ni nada", relata el fotógrafo. De aquellos trabajos, Pascual conserva en su archivo imágenes emblemáticas como la de José Luis Garci dedicando al público el "Oscar" que ganó con su filme "Volver a empezar", o la despedida de Quini, en un partido contra el Real Madrid en el que coincidió con su buen amigo Bernd Schuster.

También conserva Pascual imágenes de todas las procesiones del Ecce-Homo de los últimos cuarenta años. "Siempre me ponía en los mismos sitios. Repasándolas ahora, puedes ver cómo va cambiando el pueblo, sus casas y sus gentes", explica. En su archivo estima que guarda entre 125.000 y 130.000 negativos, tanto en película como digitales, aunque podrían ser más. "Me mudé del otro bajo, el del paseo de Fray Ramón, porque había una obra y se estaban cambiando cosas en el edificio. Pero es que además durante los trabajos me inundaron el estudio y perdí muchas fotos. Es lo peor que me ha pasado en toda mi carrera, mi peor recuerdo", afirma.

Pascual hizo su último trabajo el 30 de septiembre: "Fueron unas fotos a mis nietos. Los metí en el estudio y les hice 240 fotos. Esa es la parte de la fotografía que voy a empezar a disfrutar ahora", explica el fotógrafo, cuya inconfundible figura, cámara en mano, ya no volverá a acompañar al Ecce-Homo cuando salga en procesión a recorrer las calles de Noreña. "Esos tiempos se han acabado. Seguiré haciendo fotografía, pero será de otro tipo. La que me guste a mí, no la fotografía comercial, que también me gusta y de la que he vivido, pero que no disfruto tanto", concluye Pascual.

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