La relación de la familia de Santos Monestina y Rosa Labra con los Reyes de España es muy especial. Sobre todo, la de su hijo pequeño, Mateo. Este chaval de once años ha tenido la oportunidad, ya dos veces, de poder departir y estar con ellos.

Cuando en 2008 los entonces Príncipes visitaron Torazu (Cabranes) con motivo de la entrega del premio "Pueblo ejemplar de Asturias", Mateo Monestina Labra tuvo la suerte de que Don Felipe, que no acostumbra a hacerlo, (es más dada a ello doña Letizia), le cogiera en brazos. Tenía cuatro años y aquel momento quedó inmortalizado en una foto que guarda con sumo cuidado.

Explica Mateo que si sale con el ceño fruncido es porque le molestaba el sol, que le daba de frente, aunque su abuela le animaba a reírse. Así que cuando este año fue elegido por sorteo entre los alumnos del Colegio Rural Agrupado "La Coroña", en el que estudia, para asistir a la recepción con los monarcas después de que la comunidad educativa de estos colegios recibiera la Medalla de Plata del Principado, Mateo no se lo pensó dos veces. Decidió que tenía que llevar aquella foto que se había hecho con el Rey hace siete años. "Todo fue idea de él", comenta su padre.

Así que el chaval guardó aquel retrato en el bolsillo de su chaqueta azul como si fuera un tesoro y esperó a que se diese el momento adecuado para enseñárselo al monarca. Y la oportunidad le llegó. En cuanto pudo le espetó: "¿Tú sabías que me cogiste en brazos y que traigo la foto? Doña Letizia, sin poder reprimir la curiosidad de buena periodista, le respondió: "a ver, a ver", relata aún emocionado Mateo. "Cogió la foto y miró el revés para ver el año" en el que había sido tomada, sigue relatando el joven cabranés.

Cuenta que el Rey se interesó por dónde había sido tomada la instantánea y el niño le explicó que en Torazu. Pero fue la Reina la que tuvo mejor memoria: "sí, sí, que comimos un montón de chorizos". La madre de Mateo, Rosa Labra, trataba de chivarle a su hijo desde la distancia que lo que habían probado era la tradicional boroña de forna. Pero los nervios le impidieron escucharla. Doña Letizia también le comentó que seguía siendo tan rubio y tan guapo como entonces. Y no le mintió.

Mateo recuerda otras anécdotas de su segundo encuentro real. Explica con desparpajo que al inicio de la recepción, y después de darles la mano, el monarca les preguntó: "¿A que nunca habíais visto tantas cámaras juntas?". La Reina aprovechó para contarles algún recuerdo de su infancia, como que cuando en el comedor del colegio sus compañeros dejaban las verduras ella comía las de todos. "Y de ahí sus ojos verdes", apostilló don Felipe. Ella quiso saber si Mateo toma verdura, pero fue sincero y le reconoció que no. También les explicó que sus deportes favoritos son el kárate y el ciclismo. "Son muy majos y simpáticos. Felipe es enorme, muy alto, y la Reina, guapa y muy delgada", describe Mateo Monestina, que también se fijó en que doña Letizia no llevaba ninguna joya y lucía un vestido ajustado.

Lo que no se acordó de decirles es que su padre, Santos Monestina, pintó el paisaje de Torazu que la asociación cultural "Incós" les regaló a los entonces Príncipes con motivo de la entrega del premio "Pueblo ejemplar" a Torazu. "Tuve la suerte de departir con ellos sobre la pintura", recuerda el artista. También le llamaron la atención los ojos de doña Letizia: "son de un color indefinido". Su madre destaca que son una pareja muy cercana con los ciudadanos. Para esta familia cabranesa don Felipe y doña Letizia ya son más que los Reyes de España.