Extraer el ADN de la boca con productos caseros fue el taller que más entusiasmó a los alumnos de sexto de Primaria del colegio Maliayo de Villaviciosa. Varios investigadores del Instituto de Productos Lácteos (IPLA) hicieron de tutores en su aprendizaje para ser científicos por un día, con motivo de las actividades que tienen programadas en la Semana de la Ciencia. Hoy les toca el turno a los de quinto.

Fue el momento más esperado y hubo alumnos, como fue el caso de Antonio Carrasco, que no perdieron detalle y tomaron nota para repetir el experimento en casa. Cada uno recibió un pequeño kit con utensilios básicos, aunque lo que precisan lo tienen en casa. Para extraer el ADN de la boca siguieron los cinco pasos que les fue dictando Begoña Reduello.

Lo primero es enjuagarse la boca con agua durante unos treinta segundos. Con esta acción se recogen las células superficiales de la mucosa bucal en un bote estéril. Natalia Cortina fue la encargada de hacerlo en su grupo y contó la ayuda de sus compañeras Zaira Ceínos, Helena Baragaño y Lara Fernández. A continuación, se le añade un chorro de lavavajillas y se revuelve muy despacio. El detergente es el causante de que las células se rompan, soltando su contenido de ADN.

El próximo paso es echar sal, una cantidad aproximada de la punta de una cucharilla, y remover también lentamente. La sal se une a todo lo que no es ADN y hará que pese, con lo que bajará hasta el fondo del recipiente. Christian Govier, Daniel Estébanez, Christian Blanco y Antonio Carrasco se afanaban en hacerlo con sumo cuidado. La siguiente acción es "crucial", aseguró Begoña Reduello, por lo que hay que prestar atención al añadir el alcohol poco a poco por la pared del vaso hasta alcanzar el doble del volumen de agua. En esta fase es cuando se va formando "el ovillo de ADN" en la capa superior.

Unai Escudero ponía el máximo cuidado en realizar la operación, que culminó con éxito. Tuvo la ayuda de sus compañeros de equipo Rodrigo Ángeles, Pablo Amieva y Manuel Palacio. Por último, las investigadoras Begoña Reduello, Javier Pintado y Beatriz del Río les ayudaron a capturar el ADN y pasarlo a un tubo con alcohol, en el que se apreciaban perfectamente los filamentos blancos.

Además, estos alumnos aprendieron que en el queso hay bacterias que son saludables para el organismo porque favorecen la digestión y que son 10.000 veces más pequeñas que una hormiga. Es como comparar este animal con una ballena. Lograron identificar tres de estas bacterias y el moho del queso Cabrales. Noelia Martínez, Lucía Fernández y Susana Escobedo se encargaron de la misma sesión en otra aula.