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La sidra no espalma en casa

Las estrecheces económicas, la falta de renovación de los contenidos y las refriegas políticas en su patronato explican la grave crisis del museo de Nava

El escanciador Antonio Pérez echa un culete en el Museo de la Sidra rodeado de la Cofradía de Siceratores. L. MURIAS

La sidra ya no espalma en el museo de Nava. Cerca de cumplir los veinte años, el centro inaugurado en noviembre de 1996 por el entonces Príncipe Felipe atraviesa una profunda crisis que amenaza su pervivencia en el caso de que no se le asegure una financiación adecuada y estable, unida a una dirección profesional e independiente. Las refriegas políticas en el seno del patronato de la fundación que rige el equipamiento, en buena parte ajenas a esta institución, y los recortes económicos -el presupuesto de 2014 fue casi un 25% menor que el de 1998- son dos claves fundamentales para explicar este declive.

Asturias presume de tener la mejor sidra del mundo, aspira a que sea declarada "Patrimonio de la Humanidad" por la Unesco y no duda de que su gran seña de identidad tiene un enorme potencial de atracción turística. Sin embargo, parece incapaz de mantener a flote un museo que es un buque insignia sin capitán al frente y al que le han salido vías de agua tan importantes que amenazan con echarlo a pique.

La espicha original. Recuerda Emilio Ballesteros Castro, alcalde de Nava en los años ochenta del pasado siglo, que la idea de construir un Museo de la Sidra en Asturias surgió en el transcurso de una "gran mamada" en una espicha en la que estaba, entre otros, Jesús Arango, a la sazón consejero de Agricultura. Ballesteros y los socialistas navetos hicieron del proyecto bandera y consiguieron que el Principado aprobara la construcción del equipamiento en el concejo, que ganaba por la mano a Villaviciosa. El primer protocolo de intenciones fue suscrito por el regidor Francisco Fernández Arenas -sustituto de Ballesteros durante su etapa de consejero de Interior de Pedro de Silva- y Jesús Cadavieco, sucesor de Arango en Agricultura, en el mes de julio de 1988, coincidiendo con la celebración del Festival de la Sidra.

La oposición interior y el baile de millones. Pese a las dificultades, raro será encontrar hoy a algún naveto que dude del Museo de la Sidra. Pero no siempre fue así. El PP y el CDS no respaldaron aquel primer protocolo de intenciones para levantar el equipamiento, al entender que era demasiado vago. Los populares mantuvieron sus reticencias hasta bien entrada la década de los noventa. Para ellos, la villa tenía otras prioridades y, además, albergaban dudas sobre el impacto del museo en la economía municipal. En un primer momento, el presupuesto estimado del centro se estableció en 300 millones de pesetas de las de hace treinta años. Después, se ajustó a 220 millones y, posteriormente, por indicación del entonces presidente autonómico Juan Luis Rodríguez-Vigil, a 150. El caso es que, al final, abrió sus puertas hace 19 años tras un gasto de 310 millones de pesetas (unos 1,8 millones de euros), de los que 210 millones fueron para el edificio y los otros 100 se los llevó el equipamiento. El plazo de apertura también bailó y experimentó numerosos retrasos, entre otras cosas por las dificultades que tuvo el Ayuntamiento para hacerse con la finca de 8.000 metros del antiguo matadero en el que se levanta el equipamiento. Primero se habló de 1990. Después, de 1992. Y luego de 1994. La inauguración se produjo el 9 de noviembre de 1996, día en el que el Príncipe visitó la villa para hacer entrega a sus vecinos del premio al "Pueblo Ejemplar de Asturias", precisamente por su histórica defensa y promoción de la bebida regional. Atrás habían quedado sobresaltos como el protagonizado por Gabino de Lorenzo al anunciar a finales de 1994 su intención de abrir un museo sobre la sidra en la plaza de Trascorrales de Oviedo, iniciativa a la que acabaría renunciando.

La fundación. ¿De solución a problema? Nava siempre tuvo claro que albergaba el Museo de la Sidra de Asturias. Por ello, buscó una gestión del equipamiento a través de una fundación en cuyo patronato tuvieran cabida las organizaciones sectoriales, los ayuntamientos sidreros y el Principado. El modelo funcionó en los primeros años, gracias a un espíritu de cooperación y de sintonía que se fue perdiendo, dando paso a una progresiva politización. "La fundación acabo siendo escenario de batallas políticas que hicieron daño al museo", afirma una persona que conoce el devenir del patronato. Además, pronto quedaron claros los problemas de financiación inherentes a una entidad que tiene una gran dependencia de las aportaciones públicas y también se apuntó a un plan de dinamización que acabó en el limbo. No obstante, en aquellos primeros años el museo alcanzó niveles de visitas y de actividad más que aceptables, por encima de los 40.000 pases anuales y con una incipiente actividad editorial e investigadora que acabó en el olvido.

La nave va y se deja llevar. Aunque nubarrones en el horizonte amenazaban tormenta, el museo se dejó ir durante años, sin apenas renovar los contenidos y con escasa actividad complementaria a su colección original. Proyectos tales como la creación de un llagar-imagen o una escuela de elaboradores quedaron en el camino, entre otras cosas por la falta de presupuesto que permitiera ir mucho más allá de mantener abierto un centro que comenzaba a perder público. La media anual ha bajado de 40.000 a 30.000 visitantes.

Estalla la tormenta. Para los que conocían por dentro la marcha del museo no supuso una sorpresa. La crisis que se venía larvando explota en 2014, acelerada por los recortes en las aportaciones públicas y por reveses como la retirada de Oviedo del patronato. En junio de ese año transciende que los trabajadores acumulan dos meses sin cobrar; dimite el tesorero, el exalcalde de Sariego, Francisco Javier Parajón, alegando que jamás llegó a desempeñar realmente el cargo, y también se marcha Elías Carrocera, director del museo desde su inauguración, presionado por patronos que ponen en entredicho su gestión. La situación se vuelve crítica y el fantasma del cierre recorre el equipamiento. Las cuentas no cuadran y el alcalde naveto y presidente de la fundación, el asturianista Emilio Ballesteros, hijo del socialista que puso los cimientos, plantea la disolución del patronato y que el museo pase a depender del Principado a través de la empresa Recrea. El Gobierno regional rechaza tal posibilidad.

El "jefe de mantenimiento", al frente. El PSOE ganó las elecciones locales en Nava por mayoría absoluta el pasado mayo. Ballesteros presenta su dimisión como presidente del patronato y asegura que el museo está dirigido por "el jefe de mantenimiento". Juan Cañal, regidor socialista, coge las riendas como "presidente informal" con críticas a la "irresponsabilidad" de su predecesor. Su objetivo es de dar un vuelco a la situación con el incremento de las aportaciones de los patronos, la integración del centro en la fundación comarcal de turismo y la renovación de fondos. La labor es complicada. Por no tener, el museo no tiene ni folletos publicitarios. La sidra no espalma en casa.

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