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Suso, el "más chulo" del Cantábrico

Suso, el "más chulo" del Cantábrico

10 de julio de 1961. Una gran galerna frustra la campaña de bonito en aguas irlandesas. Suso Gutiérrez va a bordo del "Emperatriz". Las olas son enormes y envisten con furia contra el barco. Salen a flote los primeros cadáveres. Es un horror. Suso contempla con sufrimiento cómo la mar agita esos cuerpos, todos tripulantes, todos asturianos. El "Emperatriz" resiste, pero no por mucho tiempo, piensa él, que abraza con fuerza a su hermano Tino. "Esto se termina, amigo", le dice con rabia. Sus ojos revientan de lágrimas. Sólo piensa en su mujer María Isabel y en sus tres pequeños: María Herminia "Mini", Jesús y Jorge Juan.

El candasín Jesús Gutiérrez Muñiz cuenta esta historia sentado en la salita de su casa gijonesa. El llanto le impide seguir adelante con su relato. "No sabe lo que yo sufrí... Nos salvó que la nevera estaba en la parte trasera del barco y que llevábamos 5.000 kilos de pescado", dice entre sollozos. Pero ahí está él, a sus casi 90 años -los cumplirá el 31 de enero-, más vivo que un pez. Si el tiempo se lo permite, sale todos los días a la mar en su lancha "Emperatriz". "Me levanto a las cuatro de la madrugada, desayuno unas magdalenas y salgo caminando hasta Fomento. Allí me esperan unos amigos para salir a pescar. Cojo de todo. Estos días voy al calamar. Luego llego a casa, saco la botella de vino y como el pescadín. Préstame por la vida", comenta, con una cariñosa sonrisa, junto a una réplica del "Siempre Emperatriz".

-¿Pero no dice que sufrió mucho en la mar?

-Sí, pero la llevo en el alma. Como digo siempre, soy gaviota. No soy de beber ni de fumar, mi único vicio es el mar. Ya intentaron mis hijos prohibirme salir en canoa. Pero si lo hacen, no duro ni un mes. Soy feliz así. Y si por alguna desgracia tengo que quedar allí, ya sabe mi familia lo que tiene que poner en la esquela: "Amaba el mar y el mar se lo llevó". Aunque lógicamente no me gustaría que pasara.

Suso Gutiérrez, de apodo "Ñudro", empezó su aventura de mar a los 14 años, el mismo día en el que su padre, Jesús el de la Rizosa, murió de un infarto en el puente de mando del "Nuestra Señora del Carmen". "Cayó fulminado. Me avisaron por radio y vinimos a toda máquina a tierra", cuenta.

"Fue una tragedia tremenda. Ahí quedábamos los cinco hermanos huérfanos. Mi madre Etelvina (Antromero) había fallecido con tan sólo 35 años. Nos criaron mis tías Joaquina, Pacita y Rosario en la calle Tenderina de Candás, la misma en la que había nacido", agrega. Pese a la desgracia, Gutiérrez volvió a la mar. Trabajó duro con el afán de "llegar muy lejos" y hacer historia. Y así fue.

A los 18 años lo nombraron capitán del "Jorge Juan", un barco construido en los astilleros de Anselmo Artime, en Luanco. "Cuando llegué con la noticia a casa, mis tías lloraban. '¿A dónde vas tú con dieciséis padres de familia a tu cargo? ¿A dónde vas tú que yes un rapacín?', me decían". Pero él fue y se colmó de éxito.

Tanto pescó que decidió llamar a su hijo menor Jorge Juan. Y eso que siempre quisieron darle otro nombre a la embarcación. "Nuestra intención era llamarlo 'Sagrado Corazón de Jesús', pero en aquel tiempo estábamos obligados a poner nombres de buques de la Armada. Y nos tocó Jorge Juan", comenta.

Después vino el "Emperatriz", que fue comprado seminuevo en Castro Urdiales. "Era un barco precioso. Lo tenían muerto de risa en el puerto, porque decían que daba mala suerte. Y si nos llega a dar a nosotros más suerte... Con él pescamos de todo". Gutiérrez habla en plural porque junto a él siempre fue su hermano Tino, cinco años menor y ya fallecido. Aún así, lo tiene muy presente y lo elogia sin descanso: "Fue el mejor patrón de todo el litoral Cantábrico y en todas las modalidades de pesca".

A su lado también dirigió el "Siempre Emperatriz", el rey de lo mares, construido en los astilleros de Lequeito, en Vizcaya. "Tan buenos resultados nos dio el otro buque que lo llamamos igual. Teníamos miedo a que las aguas cambiasen", apunta.

Con ese barco se hicieron famosos en todo el país. Les llamaban "los chulos del Cantábrico". "Teníamos el récord de capturas. Éramos realzados en todos los puertos, nos querían mucho. No se me olvidará lo que nos dijeron un día unas mujeres a la puerta de la iglesia de Lastres: 'Ay manín, ¿de qué madera está hecho ese barco?' Y nosotros contestamos: 'De ninguna, viene del monte, lo importante está en la cabina'", rememora entre risas.

Prueba de ello, agrega Gutiérrez, es que el "Siempre Emperatriz" fue vendido en Lastres y "no hicieron carrera de él". Quizá el secreto estuviese también en los culinos de sidra que tomaban entre puerto y puerto. "Eran de Peñón. Llevábamos varias cajas y vasos. Como sabe, son muy finos. Los rompían todos los vascos con esas 'manonas' que tenían", señala con diversión. Esa diversión acabó a los 66 años con la jubilación. Aunque no dejó su pasión por la mar.

A su Candás del alma va "muy poco", porque cada visita que hace "me parte el corazón". "Voy a todos los funerales, eso sí. Pero lo paso mal. Me vienen muchos recuerdos a la mente. Y además ahora ya no conozco a nadie allí", lamenta. Al Cristo lo tiene en la cabecera de la cama y en su lancha Emperatriz. Va todos los días a misa de siete y media y a visitar a su mujer María Isabel Uría Tuya -hermana de Emilio Tuya, el alcalde de Gijón- al cementerio. "Sí, soy católico y le voy a decir por qué. Porque en esta vida hay que pasarlo mal para saber lo que es la religión. Yo estuve muchas veces a punto de perderlo todo", confiesa.

-¿Y cuál es el secreto para conservarse así de bien con casi 90 años?

-Tuve un tío, el hermano de mi madre. Carlos, el barrilero, lo llamaban. Murió a los 94 años y nunca antes había tenido una enfermedad. Cuando estaba ya postrado en la cama, le pregunté: "¿Usted qué hizo para llegar hasta aquí?" ¿Sabe qué me dijo? Que para llegar a vieyo, hay que dejar la grasa en pelleyu.

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