Los aguilandeiros de San Juan de Villapañada han llegado para quedarse. La mascarada de invierno de la parroquia de Grado, recuperada el año pasado tras siete décadas desaparecida, volvió a recorrer los pueblos de Rozadas, La Linar, Acevedo y San Juan al ritmo de las lluecas y con un colorido vestuario. Además, el público respondió y siguió a los personajes hasta el fin de la fiesta. "Son todos buenísimos, ahora que cuidadín con el diablo y la cenicera, que la lían rapidísimo", afirmó María del Carmen Santos, de Mieres.

Desde luego, el diablo fue uno de los principales protagonistas de la mascarada con sus travesuras. Robó bragas del tendal, encestó una zapatilla en una canasta y, en general, revolvió en todas las casas despertando las carcajadas del público. "Lo recuerdo con pánico, estando en catecismo, cuando era pequeña, me acuerdo de tirarme fuera por la ventana del miedo que tenía al diablo y al escobón, y cuanto más miedo, más corrían detrás nuestra. Y eso que al cura, Don Adriano, no le gustaba que anduviese un diablo por ahí. Pero luego estaba allí fumando con ellos", recuerda Ludivina Fuertes, vecina de La Linar.

Pasado el tiempo, a Fuertes el diablo ya no le da tanto miedo, pero por si acaso, ayer, la mujer cogió una vara en la mano para defenderse y repartió otras cuantas entre el público: "Esto ye pa' darle cuando venga". A punto estuvo el diablo de pagar sus liadas cuando un grupo de jóvenes lo atrapó y por poco no lo meten dentro de un bebedero de vacas. Una estampa que Ludivina Fuertes disfrutó a lo grande, como una niña.

Como ésta, Enrique Alonso, otro de los mayores del pueblo, también recuerda a los aguilandeiros: "El que hacía de galán cantaba y luego bailaba con la dama". Por su parte, Ángel Fernández estaba muy emocionado de ver de nuevo a los personajes. Por eso ayer tenían todo tipo de viandas y bebidas preparadas para recibir la mascarada. Fuertes se pasó el sábado amasando pan que luego disfrutaron con embutidos.

Unos aperitivos que también disfrutó el público que se acercó hasta la parroquia gradense. "Hubo más ambiente y gente que el año pasado, también el tiempo nos acompañó, el objetivo que perseguimos es consolidar la tradición", explica Álvaro Valdés, estudioso de la parroquia y uno de los impulsores de la mascarada junto a Xosé Ambás y la colaboración del grupo de baile tradicional "Xeitu" de Oviedo y la asociación cultural "Territorio Bron", de San Juan.

Entre todos llevaron a cabo la representación, en la que participan los personajes de la dama y el galán, el escobón, el cura, el médico que repartía gotas de coñac, la cenicera o los maragatos, con sus coloridos disfraces y el ruido colgado en la cintura. De hecho, fueron las parejas de maragatos los encargados de cantar las coplas para pedir el aguinaldo.

Por su parte, Ambás dio algunos de los mejores momentos de la mascarada interpretando el papel de la vieja. Levantó tapines por encima del público, cantó, se subió en una moto de juguete e hizo todas las trastadas que pudo. Y a punto estuvo de tener un percance cuando lo subieron a un carro para que pariese el pájaro muerto. El parto fue en el suelo. El pájaro tiene un especial simbolismo en los aguilandeiros, ya que significa la muerte de lo viejo en esta tradición que, a su vez, simbolizaba un rito de paso de la infancia a la adultez para los mozos de la parroquia coincidiendo con el solsticio de invierno, que anuncia un nuevo ciclo agrario.

Por suerte, este año se sumaron nuevos colaboradores de San Juan de Villapañada y Grado, consiguiendo así implicar a los vecinos en la tradición. Una jornada de recuerdo para los mayores que echaron de menos a Manolín el taxista. "Mucho lo hubiera disfrutado", dijo Ludivina Fuertes.