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La huella tevergana en Haití

El colectivo Tebrigam Diligentes recauda 2.300 euros para ayudar a la reconstrucción del país seis años después del terremoto

Celso Peyroux entrega un talón a Nieves Tiriez, directora de la Fundación de Mensajeros de la Paz. ISABEL RUBIO

La situación en Haití, en estos momentos, bate el ala de ave herida -seis años después del terremoto que acabó con la vida de más de 300.000 personas- por las desigualdades, la corrupción y la inestabilidad política pese a la ayuda extranjera y a las ONGs que participan en numerosos proyectos, entre otros, el del Forum Humanista tevergano Tebrigam Diligentes, que me cabe el placer de dirigir.

Así nació el proyecto "Haití, morir en el río" que se dio a conocer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA con un presupuesto inicial de 12.000 euros. Se comenzó a recaudar dinero en la misma sala para con los días, meses y años encontrar la generosidad de los ayuntamientos de Oviedo, Grado, Teverga, Proaza, Mieres, Lena, Morcín, la Asociación de Mujeres de Grado, La Barrica de Roble Literaria y varios colaboradores. Con todo ello, al no llegar a la cantidad deseada, se buscaron un proyecto y una colaboración para desarrollar en la isla caribeña: uno para que Mensajeros de la Paz continúe con su ayuda en Tabarré y el otro para la creación de una "Biblioteca comunitaria y espacio de estudio, investigación y reflexión" con sala de ordenadores destinada a niños y jóvenes. El proyecto -realizado por las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedrunas- se quiere desarrollar en un barrio de Fond Parisien denominado Pinganot, perteneciente al municipio de Gantier y situado al sudeste de Haití a tan sólo unos 20 kilómetros de la frontera con la República Dominicana. El total entregado fue de 2.300 euros.

Cierto es que ante las dificultades que tiene Europa para acoger a miles de refugiados que dejan sus vidas en el mar y en las alambradas no es necesario cruzar el océano para ir al encuentro de la hambruna y de las injusticias sociales. El affaire vergonzoso de la República Saharaui nos sirve de muestra. Allí, en las arenas ardientes del desierto, hemos podido comprobar las miserias de un pueblo que quiere ser libre y regresar a su casa robada a tiros y violencia. Allí, en los cinco campamentos de Tinduf hay niños con dátiles por ojos y sonrisas en los labios que necesitan arroz, trigo, agua y formación para la vida.

Sin embargo, hay otros mundos lejanos que esperan la ayuda y el afecto de hombres y mujeres de buena voluntad.

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