Los martes de mercado en La Pola, al salir del Instituto, me encuentro con un tropel de papeles y plásticos que se avientan desde el recinto ferial. Cuando el mercadillo decae y los puestos cierran, una masa volátil de residuos se desparrama por el barrio de la Isla. Si sopla el viento, muchos de esos restos buscan refugio en las calles próximas y en el cauce del río Nora, que se convierten en improvisados basureros.

El fenómeno se repite todas las semanas y provoca un gran impacto ecológico y estético; semejante a la inmundicia que genera un botellón o las cientos de palomas que sobrevuelan y reposan sobre los tejados de las casas de La Pola.

En Siero, invertimos millones de euros anuales en servicios de limpieza, pero en ocasiones actuamos con desidia y dejadez. Como decía mi suegra: "Aforramos en ceniza y espardemos el carbón".