Entre los puestos de excedentes de la huerta del mercado poleso, son escasos los que ofrecen un producto que, antaño, fue preeminente en los campos y los hogares asturianos: el maíz. Los clientes apenas demandan la harina derivada de este cereal, pero las mazorcas han quedado postergadas, hasta tal punto que a día de hoy se compran más con fines decorativos que para consumo.
"Nos las compran para decorar hórreos o incluso escaparates. Pero para consumir, sólo las quieren los extranjeros. Sobre todo los sudamericanos, aunque no sé qué hacen con ellas, si las comen tal cual o preparan algún tipo de torta", explica Juan Rodríguez. Este sierense de La Carrera regenta junto a su mujer, María Victoria Llano, un puesto de excedentes que se coloca cada martes en el alero de la plaza cubierta. Ellos son de los pocos que aún venden mazorcas.
"Las cultivamos en la zona de Cangas de Onís Yo soy de Les Roces y tenemos allí un hórreo precioso, en el que las ponemos a secar. Ahora está todo lleno de mazorcas", afirma María Victoria Llano.
El matrimonio recoge la cosecha entre noviembre y diciembre, y la mayor parte del maíz se destina a hacer harina. "Tenemos mucha demanda. La hacemos progresivamente, porque la harina fresca, recién molida, está mejor. Y hay veces que venimos a vender y nos quedamos sin ella. Pero las mazorcas nada, vendemos muy pocas", relata Juan Rodríguez, quien precisa que los granos que les sobran se los dan a las gallinas.
El sierense, no obstante, recuerda que en su niñez este cereal aún tenía una gran importancia en la dieta de los asturianos: "En casa nos hacían papillas con los granos, friéndolos. Eran muy alimenticias. Yo aún recuerdo como gorgoritaba en la sartén", rememora Rodríguez.
