El colegio público de Lugo de Llanera lleva años haciendo bueno el consejo del empresario estadounidense Jim Rohn que reza: "No pidas menos problemas sino más habilidades". Su directora, Maureli Caballero, se propuso hace ya diez años instaurar en el centro un espacio en el que los niños pudieran resolver por sí mismos los conflictos. Lo bautizaron, gracias a la aportación del profesor de asturiano Xandru Armesto, "El Iguaderu". Para los no iniciados en la lengua autóctona, "iguar" significa "arreglar" o "solucionar".

Su funcionamiento es muy sencillo. Cuando dos niños tienen un conflicto, se sientan en el iguaderu, uno sentado a cada lado de una mesa. En la parte de una de las sillas, colgada de la pared, está la imagen de una boca; en la otra, la de una oreja. Al que está en la boca le corresponde hablar; al que está en la oreja, escuchar.

Una vez que se ha hablado todo por esta parte, los niños cambian sus asientos. Ahora, el que hablaba pasa a escuchar, y el que escuchaba dice lo que tiene que decir. Acabado el diálogo, los alumnos están llamados a entenderse. Y lo hacen en una abrumadora mayoría de los casos.

Lo mejor de todo es que los alumnos están solos. En ningún momento hay mediación de los adultos. "Ellos acuden de manera voluntaria, y sin pedir permiso a nadie", explica. Como mucho, en algún caso hay una recomendación previa del profesorado, pero en cualquier caso nunca se les obliga a que se sienten en los iguaderos.

Los niños siguen el protocolo al pie de la letra, y previamente han sido educados en la escucha activa, en la asertividad, en la comprensión del otro, y entonces es mucho más fácil que contribuyan a canalizar sus sentimientos hacia una solución satisfactoria para las dos partes.

La idea no es original del centro de Lugo. Simplemente, tomaron una buena práctica que se llevaba a cabo en otro centro y la aplicaron aquí. Hace diez años, un grupo de formación del profesorado, entre el que estaba el equipo directivo de Lugo, visitó el colegio de Zamákola, en Bilbao, que era referente en materia de convivencia, y descubrieron la iniciativa.

"Nos quedamos asombrados del buen clima de convivencia que había allí, y decidimos aplicar la fórmula para gestionar el conflicto en nuestro centro", explica la directora.

Con esta premisa, comenzaron a desarrollar un plan basado en la resolución pacífica de conflictos entre iguales, sesiones de sensibilización, formación del alumnado en estrategias de mediación, etcétera.

La iniciativa, según la directora, empezó con muchas reticencias, con muchos obstáculo, con un escepticismo muy arraigado en la comunidad educativa, pero todo aquello fue poco a poco suavizándose, y se terminó por vencer la resistencia de los escépticos a base de resultados positivos.

Porque, según asegura la directora, después de diez años de trabajo hay "un clima de convivencia muy positivo, la labor educativa se hace agradable, satisfactoria y muy saludable".

Maureli Caballero sostiene que su colegio tiene "formadas a varias generaciones de niños a lo largo de este tiempo; es una pena que en el instituto no puedan seguir con el mismo plan".

Su iniciativa ha sido pionera en Asturias, y ahora otros centros empiezan a concienciarse de la necesidad de establecer estos espacios de entendimiento. El colegio tiene otro espacio destinado a la mediación, para conflictos algo más intrincados. Aquí intervendrían los dos alumnos más un tercero, que habría de ser neutral y ejercer de mediador. Lo curioso es que este otro espacio no se utiliza demasiado en los últimos tiempos. "Es lo mejor que nos puede pasar, porque significa que hemos conseguido que los conflictos se resuelvan antes", concluye la directora.