"Venían también muchos ganaderos de Salas y los tratantes de Avilés, era una feria muy buena. Luego a comer y beber, eso todavía lo hacemos hoy", comenta Paulino García Arango, de 83 años y vecino de La Devesa (Pravia), al recordar los tiempos de juventud en la feria de La Ponte, en el valle de Arango. Una cita ganadera más que centenaria y la única que se mantiene en el calendario praviano. Más allá de la historia, La Ponte es un símbolo para los vecinos del valle y su fiesta más importante, siempre el 10 de septiembre. Caiga el día que caiga. Por eso, el Ayuntamiento, a través del colectivo vecinal, ha solicitado a la consejería de Economía y Empleo que declare la feria fiesta de interés turístico regional.

En casa de García, el día grande comenzaba al amanecer. Él y sus siete hermanos bajaban a Puentevega, ya que su padre, Fulgencio, había fallecido. En la feria el ganado andaba suelto o amarrado a algún poste y había vacas, xatos, burros, caballos y bueyes. Desde primera hora de la mañana los tratos por las reses iban y venían como un polvorín, era el momento de conseguir unas buenas perras para el invierno. "Algún buen trato saqué, una vez quedaron todos asustaos porque vendí una vaca parida por 30.000 pesetas, que de aquella era mucho. ¡Me cago en la mar morena, ahora compras tres!", señala García, satisfecho, en la terraza de su casa.

Del buen ganado del "mercadín de la puente", como se le conoció en sus comienzos, también sabe Florentina Fernández Rodríguez, de 75 años y vecina de El Caleiro, quien lleva más de cincuenta años acudiendo a la feria. "Desde que me casé con mi marido, Pepe, él se levantaba y marchaba con el camión y yo con los fíos luego en coche porque aun me quedaba tropa que atender, tenía que arreglar el ganao que quedaba, lo más ruino porque él llevaba lo más curioso", relata la mujer.

Para Fernández, los preparativos comenzaban el día antes, cuando se metía de lleno en la cocina para preparar el almuerzo y la comida festiva. Empanada, tortilla, chorizos, filetes y una buena muestra de dulces tradicionales para el postre. En La Ponte, buen ganado y buen yantar, se decía. "¿Quién va a aguantar hasta la una sin comer? El pincho a media mañana no puede faltar", asegura Florentina Fernández.

Eso no ha cambiado. Pero ahora hay menos reses en la concentración ganadera y los tratos casi han desaparecido. La ganadera señala que "ahora se vende algún xatín de recebo a algún paisano que lo quiera para criar para matar, pero poco más".

Antes, la localidad se llenaba de vacas, incluso de concejos como Salas, Grado, Candamo o Cudillero, a los que se sumaban caballos y burros. Pero además de tratos, en Puentevega había mucho ambiente. Decenas de familias reunidas bajo la pomarada a comer, un paseo por la ribera del río Aranguín cuando apretaba el calor, unos culines de sidra cerca del puente o intensas competiciones en la bolera de modalidad batiente, que más o menos es igual de antigua que la feria.

Los vecinos del valle de Arango preparan la feria con ilusión. "Estamos deseando que llegue para ver el ganado junto amarrao", detalla García. Un legado que ha ido pasando de generación en generación y por el que resistirán. En los últimos años no se ve tanto ganado como antes, pero los jóvenes tiran de la tradición llevando el ganado a Puentevega para que no desaparezca. Para evitarlo quieren proteger su fiesta. "Seguimos para que se vea que aun hay ganadería, aunque todo son costes, antes vivíamos de ello y ahora las tienen cuatro", lamenta Fernández.