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Una pareja de Madrid, obligada a suspender su boda por el cierre de La Campana

"No hemos podido encontrar otro restaurante, ha sido un golpe bestial; han jugado con un día muy importante"

Cristina Álvarez y Saúl Peinador.

El cierre del restaurante La Campana, de Pruvia, sigue dando quebraderos de cabeza a las parejas que preveían casarse allí. El caso más extremo es el Lucía Prieto y Javier González, ella gijonesa y él leonés, ambos afincados en Madrid, que tenían previsto casarse el próximo 3 de septiembre y que, a día de hoy, todavía no han encontrado un restaurante donde celebrar el banquete. "Estamos planteándonos cancelar la boda; aunque ahora estamos algo más tranquilos, fue un golpe bestial; yo siempre dije que me casaría en Asturias. estamos en Madrid por temas laborales, no sabemos qué vamos a hacer", relata Lucía.

Lo que más le duele a Lucía Prieto es la forma en la que se enteraron. Fue a través de su consultora, después de que saliera en la prensa la semana pasada. "Cuando me llamaron por teléfono pensé que era una broma de un programa de radio. Y cuando me dijo que iba en serio, llamé al comercial de La Campana y no me cogió el teléfono", asegura.

"Lo que más me duele es que no nos hayan llamado; es bastante vergonzoso, ya no sólo que no te llamen, sino que no te cojan el teléfono cuando llamas. Lo peor es el malestar que te queda y la falta de confianza; han jugado con un día que es muy importante", dice.

En su caso, el hecho de enterarse tarde jugó en su contra porque se casaban en una de las fechas más solicitadas. "Hay gente que lo supo un poquito antes, y cuando nos hemos puesto a buscar ya no había nada. Además, como trabajamos los dos no podemos desplazarnos a Asturias. La verdad es que todo el mundo se está volcando para echarnos una mano y mitigar el golpe", añade.

Han perdido el dinero de la señal al restaurante, las invitaciones y otras muchas cosas que habían anticipado, pero "lo más importante es la desilusión que nos hemos llevado, con todo reservado desde agosto del año pasado".

Por su parte, Cristina Álvarez y Saúl Peinador, también gijoneses, han tenido mejor suerte, pero no por ello han dejado de sufrir un perjuicio. Ella trabaja en una peluquería y se enteró en el mes de enero por una clienta, y entonces empezó a buscar con algo más de tiempo.

"Nosotros encontramos un restaurante, pero está en Luanco, y entonces perdimos las tasas del Ayuntamiento, además de la señal del restaurante; nos casamos el 16 de julio, tampoco tenemos mucho donde escoger; en la mayoría de los restaurantes ya no había sitio", explica.

Llamaron a muchos restaurantes, primero en Llanera, donde no había sitio, y después en otras partes, y tuvieron muchas dificultades para encontrar un lugar para su banquete nupcial, hasta que, finalmente, han podido pasar página y volver a pensar con tranquilidad en el día de su boda.

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