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La mitad de las parroquias del concejo de Siero no tiene saneamiento

El coste de la obra y la dificultad para obtener permisos frenan las inversiones para mejorar el servicio a cientos de familias

Obras de instalación del saneamiento en Celles (Siero), iniciadas días atrás. L. BLANCO

Al menos la mitad de las 29 parroquias que conforman el concejo de Siero tienen carencias en materia de saneamiento. Un problema que afecta a cientos de familias del cuarto municipio en número de habitantes de Asturias, pero que no tiene una fácil solución, debido al elevado coste de estas inversiones y, también, a las trabas legales que tiene que afrontar la Administración a la hora de iniciar estas actuaciones.

Las cuentas son claras: las parroquias de San Miguel de la Barreda, Bobes, Granda, Santa Marta de Carbayín, Santiago de Arenas, Anes, Aramil, Feleches, Samartino, Limanes, Trespando, Valdesoto, Celles y Hevia tienen núcleos, de mayor o menor entidad, sin saneamiento. Unas parroquias a las que hay que añadir, al menos, a La Carrera y Lugones, donde hay zonas industriales con carencias similares.

La naturaleza de las carencias varía notablemente de unas parroquias a otras, aunque es especialmente grave en las que tienen un carácter más rural. En parroquias como Anes o Hevia, hay pueblos enteros sin saneamientos. "Nos hicieron una primera fase del saneamiento general en el mandato anterior, pero queda mucho por hacer. En Molleo, sin ir más lejos, no hay saneamientos. Todas las casas tienen pozos negros", explica Agustina Castro, alcaldesa de barrio de Hevia, donde se estima que unos 500 vecinos se verán beneficiados del saneamiento integral, una vez que esté concluido.

En otras parroquias, en cambio, la ausencia afecta a menos familias. En San Miguel, por ejemplo, la asociación de vecinos reclama que se completen los saneamientos de un grupo de casas situadas a la vera de la carretera Avilés-Puerto de Tarna (AS-17). "Son unas 16 viviendas. Se suponía que las iban a incluir en la red de saneamientos del polígono de Bobes", señala el presidente de la asociación de vecinos y alcalde de barrio de San Miguel de la Barreda, César Solís.

Aparte de las propias carencias que sufren las familias, obligadas a usar pozos negros para sus desagües, la ausencia de saneamientos genera también otro tipo de molestias. En Santa Marta de Carbayín, donde iniciaron hace varios años la instalación de los saneamientos, la obra no se llegó a concluir, lo que hace que se produzcan vertidos que generan mal olor.

"Se hizo una inversión millonaria hará cosa de diez, creo recordar que fueron siete millones. Renovaron parte de la red de Santiago de Arenas y la de Carbayín. Pero no hicieron el enganche al colector. Es como si hicieran una carretera y dejaran los últimos cien metros sin asfaltar", explica Víctor Fernández, presidente de la asociación de vecinos "La Malpica". Esta situación causa diversas molestias a los vecinos: "Algunas aguas vierten a un regato y los vecinos de la zona del Bayu sufre malos olores. A veces vienes por la carretera y te dan ganas de vomitar. Les he preguntado cómo lo soportan y me dicen: 'cerrando las ventanas y tirando de ambientadores'", relata.

El problema es conocido por las autoridades locales. En los últimos mandatos, los distintos gobiernos de Siero han impulsado cuantiosas inversiones para dotar de saneamientos a varios núcleos. La última actuación, iniciada días atrás, beneficiará a la parroquia de Celles, y para los próximos meses el gobierno local prevé impulsar otra obra en Granda.

"Para nosotros los saneamientos son prioritarios. Pero además del coste, son actuaciones que requieren de los permisos de los propietarios para poder ocupar sus fincas e instalar las canalizaciones. Y esto es, en muchas ocasiones, más difícil que conseguir el dinero", explica el concejal de Obras, Javier Rodríguez Morán.

El edil aporta datos: para la obra de Granda se precisó el permiso de 58 propietarios, y en Bobes se paralizó durante seis años una inversión por la negativa de algunos vecinos a aceptar la cesión temporal. Un bloqueo que sólo se puede vencer con diálogo o, en última instancia, activando una medida tan impopular como una expropiación temporal.

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