La dictadura militar de Pinochet en Chile dejó 40.000 muertos y desaparecidos. Familias destrozadas, en su mayoría mujeres, que tuvieron que hacer de tripas corazón para seguir adelante. En la ciudad de Valparaíso no les faltó ayuda, Mercedes Hernández fundó junto a otras vecinas una asociación de mujeres con la que formaron un centro cultural donde se les ofrecía una red de apoyo, visitas a los presos políticos e, incluso, el cuidado de los niños de los desaparecidos.

Hernández vive en Grado desde hace 3 años, pero no olvida la lucha que llevó a cabo en la década de los setenta del siglo XX en su país natal y por la que hoy recibirá el premio "8 de marzo". "No tenían a sus padres y a sus madres porque se los sacaron de la casa y nunca se supo o porque no los podían sacar adelante porque nadie les daba trabajo por sus ideas políticas, eso generó mucha pobreza y la pobreza lleva a la desigualdad de género", afirma.

El movimiento de mujeres de Valparaíso ayudó a muchas familias "en tiempos difíciles". De la lucha que llevó a cabo ahora quedan recuerdos muy duros, pero la esperanza de que una sociedad mejor es posible: "Hay que criar a los hijos desde la comprensión y con amplitud de miras, los niños tienen que aprender a querer con amor verdadero a las mujeres por lo que somos, la base es el respeto", considera.

Hernández recibió el fallo del premio con mucha ilusión y nervios, "no paraba de caminar toda la casa", reconoce. Hoy recogerá el galardón y a buen seguro que recordará el movimiento de mujeres que amparó a los desheredados de la dictadura de Pinochet. Como siempre, y por desgracia, niños y mujeres.