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Abuela de acero en Valdesoto

"Mucho trabayé", subraya Encarna Antuña, vecina de 103 años de la parroquia, para explicar el secreto de su longevidad

Encarna Antuña, en el centro, con varios familiares. L. BLANCO

El trabajo es el secreto de la longevidad en Valdesoto. Al menos eso creen los allegados de Encarna Antuña, una vecina de Faes de 103 años que, pese a su labor incansable tanto dentro como fuera del ámbito doméstico, se conserva en excelente estado de salud y el pasado viernes fue homenajeada por el colectivo de pensionistas, jubilados y prejubilados de Valdesoto junto a otros dos lugareños ilustres como el desaparecido Paco Vázquez y la matrona Felicita Montes.

Antuña nació en Carbayín en la primavera de 1912, o al menos eso dice su documentación oficial, pues no se descarta que su nacimiento fuese incluso previo. Pero, salvo imprevistos, la celebración de su 104.º cumpleaños tendrá lugar en el mes de mayo. "Es la mayor de once hermanos, de los que sólo quedan ya otras cuatro de sus cinco hermanas", cuenta María Luisa Castilla, hija con la que vive actualmente.

Durante su juventud tuvo que compaginar su trabajo como limpiadora en Pumarabule con la crianza de sus diez hermanos menores. "Mucho trabayé", recuerda la mujer, que presenta una asombrosa lucidez a su edad y sólo algunos achaques como la sordera o la artrosis merman un físico de acero fraguado en duras jornadas. "A las cinco de la mañana iba a por agua, luego trabajaba en el pozo de ocho de la mañana a cinco de la tarde y al llegar a casa tocaba cuidar a los hermanos", indica cuando se le pregunta por una etapa que duró hasta que se casó.

Poco tiempo para cortejar

El matrimonio le llegó tarde debido a sus numerosas responsabilidades de juventud. "No tenía ni tiempo para cortejar", declara Encarna, que finalmente formó su propia familia junto al ya fallecido Herminio Castilla. Concretamente, Antuña tuvo dos hijos, José Luis y María Luisa; cuatro nietos, Esperanza, Laura Daniel y Silvia y, más recientemente, un bisnieto llamado Sergio, que el viernes acompañó en carricoche a su bisabuela en el reconocimiento que le brindó el pueblo al que llegó tras vivir en su Carbayín natal y en La Felguera.

Actualmente, Encarna lleva una vida mucho más tranquila. Se levanta al mediodía y si le apetece da unos paseos por la casa con sus dos "muletinas" y cuando tiene que hacer desplazamientos más largos utiliza silla de ruedas. Nunca fumó ni fue bebedora y llevó y lleva una buena dieta. "Come variado y, sobre todo, de lo que le gusta", indica su hija.

Sus buenos hábitos, unidos a la dureza de un cuerpo curtido en miles de horas de todo tipo de trabajos, son, sin duda, según su familia, las dos principales causas de que apenas haya pasado por el médico en su más de un siglo de vida. "Ya era bastante mayor cuando fue ingresada por primera vez para poner una prótesis de rodilla", recuerdan sobre la abuela de acero de Valdesoto.

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