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"Daba algo porque apareciera", dice un familiar de la maliayesa buscada en León

Los restos personales hallados en la casa donde Trinidad Suardíaz desapareció hace 30 años permiten a la Policía continuar su búsqueda

Agentes, durante la búsqueda de los cuerpos, en Matadeón de los Oteros (León), el lunes. MIKI LÓPEZ

Aunque la búsqueda en la localidad leonesa de Matadeón de los Oteros resultó infructuosa, el rastreo sí permitirá a la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la comisaría de la Policía Nacional de Gijón abrir una nueva vía de investigación para dar con el paradero de María Trinidad Suardíaz y Suero, de Priesca (Villaviciosa) desaparecida hace treinta años. Los agentes confiaban en encontrar en la antigua bodega de la casa que la mujer compartió con su esposo, Antonio María Da Silva, y la hija de ambos, los restos mortales de ambas. Pero nada, de nuevo sin rastro de Suardíaz, que hoy tendría 53 años. Tampoco aparecieron restos en el gallinero, pero sí efectos personales de la mujer que permitirán a la Policía seguir investigando.

"Me acuerdo de ella todos los días. Daba algo por que apareciera", desea Senén García Rivero, primo de su padre, que ha movido cielo y tierra por encontrarla. "Mira que le insistí para que no marchase con él", lamenta.

Los agentes de la UDEV, con el apoyo de la Unidad Militar de Emergencias, la Policía de León y la Guardia Civil, excavaron el solar donde estaba la casa, en la que al parecer el marido la tenía retenida y que fue derribada en 1997. El Ayuntamiento trató en su día sin éxito de localizar a Da Silva para que abonara el coste.

La Policía teme que el hombre matara a la mujer y a la niña de año y medio, poco antes del día del juicio, el 15 de septiembre de 1987, después de que los vecinos dieran la voz de alarma porque la maliayesa había pedido ayuda tirando un papel al patio en el que decía que las tenía encerradas. De la misma manera ya había pedido auxilio cuando vivían en Castiello (Colunga). A Da Silva se le acusó de un presunto delito de amenazas de muerte y tenencia ilícita de armas. Pero ninguno de los dos se presentó a la citación. Ahí se perdió la pista a la maliayesa. Los vecinos la escucharon decir "hoy me va a matar". En el pueblo había cierto temor hacia el hombre, y se creó una leyenda negra sobre lo que podía ocurrir en aquella casa. Los niños que por allí correteaban tampoco ocultaban su miedo a Da Silva, que, dicen, se dedicaba al intercambio de mujeres entre clubes de alterne de la zona.

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