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"A las siete de la mañana nos llevaban a que nos vistieran"

"A las siete de la mañana nos llevaban a que nos vistieran"

"Cuando era pequeña era una tradición que mi madre nos llevara a una señora para vestirnos de llaniscas nada menos que a las siete de la mañana. Soy una polesa hasta la médula y aunque reconozco que soy más de Comadres e incluso del Carmín, los Güevos Pintos me traen muchos recuerdos. Muchas veces seguí el desfile de la fiesta desde un balcón de uno de los pisos que se encuentran justo enfrente del Ayuntamiento. Asimismo, de niña solíamos participar en el mismo y prueba de ello es la fotografía de los años 70 en la que aparezco con apenas seis años junto a mi primo Manolín. En los últimos tiempos destaca el enorme barullo que se forma en la plaza de Les Campes, pero ahora hay más gente de fuera que antes".

Todas las fiestas de la Pola son especiales, pero la de Güevos Pintos tiene además cierta magia, cierto arraigo, que ha permitido que sobreviva, sin apenas cambios en su liturgia y su desarrollo, de generación en generación.

La dedicación de las artesanas, los polesos vestidos de asturiano, la bendición de los Güevos Pintos, la espicha de la sidra, los vermús interminables, los más pequeños protagonizando el desfile... Las estampas típicas de la fiesta permanecen inalterables, sólidas, prácticamente inmunes al paso del tiempo, creando un aura de inmutabilidad, de confort, en el que los vecinos se sienten cómodos. Se sienten más polesos que ningún otro día.

Pese a esta persistencia de la liturgia, de sus principales rasgos de identidad, la fiesta ha tenido también sus hitos. Las trifulcas políticas durante la Transición o los memorables discursos del añorado párroco Juan Bautista Álvarez han propiciado escenas irrepetibles, que forman ya parte de la historia de la localidad y de la leyenda de esta fiesta.

Con todo, nadie conoce mejor la esencia de Güevos Pintos que sus auténticos protagonistas: los polesos. Por ello, LA NUEVA ESPAÑA ha pedido a diez de ellos, todos muy conocidos en la localidad y de distintas generaciones, que expliquen qué es para ellos la fiesta de Güevos Pintos y relaten alguna vivencia, alguna anécdota personal, vinculada a la celebración.

Estos relatos conforman una recorrido sentimental por la historia reciente de la Pola y, al tiempo, una visión caleidoscópica sobre qué significa la fiesta de Güevos Pintos para los vecinos de la capital sierense. Un testimonio de primera mano que permite a los foráneos entender por qué, para un poleso, el martes de Güevos Pintos es el día central del año.

El tenor Juan Noval-Moro deambulando entre los huevos pintados por su tía, con su mirada infantil anegada por el asombro. El niño José Ángel Émbil, hoy director del Joven Coro de la Fundación "Princesa", vestido de asturiano para participar en el desfile. Un adolescente Diego Llorente, ahora director de cine, disfrutando del vermú. Un joven Jenaro Soto, refugiándose en un escenario de los palos de los "grises". La exconcejala Pilar Domínguez pintando güevos en honor al satélite "Pioneer". El empresario Nacho Calviño disfrutando de los caballitos. Los Cascaos tirando de plumilla. Una pequeña Chiti Fernández desfilando con su primo o el sacerdote Andrés Fernández jurando fidelidad constatan que los Güevos Pintos dejan una profunda huella.

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