En 2016 la pista sobre el paradero de la maliayesa Trinidad Suardíaz y su hija, desaparecidas en 1987, llevó a la Policía Nacional de Gijón al pueblo leonés de Matadeón de los Oteros, donde había residido con su marido, de quien se sospechaba que tuviese algo que ver con la desaparición de ambas. El dispositivo de búsqueda no tuvo éxito y hoy están buscando los cuerpos de ambas en un cobertizo de Berbés (Ribadesella). Así recordaban la vida en León de las desaparecidas asturianas los vecinos del pueblo.

Trinidad Suardíaz y Suero, la maliayesa desaparecida en 1987, llegó a Matadeón de los Oteros (León) tan sigilosamente como se esfumó. De ahí que, aunque era de sobra conocida la mala vida que le daba su marido -de quien la Policía sospecha en relación con su desaparición y la de su hija Beatriz-, a nadie le extrañó dejar de verla, porque era una mujer que no se prodigaba mucho por el pueblo, según cuentan los vecinos a LA NUEVA ESPAÑA. Las idas y venidas de éste, Antonio Da Silva, "El Portugués", 18 años mayor que ella, también eran frecuentes. Por lo que a él tampoco le echaron en falta. Por aquel entonces la maliayesa de Bárzana tendría unos 23 años y su pequeña, poco más de un año.Los vecinos recuerdan que aquella pequeña casa verde azulada, que se ubicaba en el número 14 de la avenida de la Constitución, estaba siempre cerrada. Era un misterio lo que ocurría allí dentro. "Nadie pensó que la hubiera podido matar", reconoce el alcalde de Matadeón, Miguel Ángel Lozano, que recuerda poco de la historia que ocurrió hace 30 años, pues apenas era un niño.Así que cuando hace unas semanas la unidad de delincuencia especializada y violenta de la Comisaría de la Policía Nacional de Gijón -que es la que dirige la investigación- se presentó con agentes de León, Guardia Civil y la unidad militar de emergencias en Matadeón para excavar el solar que queda de aquella vivienda -derribada en 1996-, causaron un gran revuelo en el pueblo. Confiaban en encontrar los cuerpos de la mujer y la niña e, incluso, no descartaban que pudiera aparecer alguno más. Pero no fue así, aunque se seguirá investigando.En Matadeón todos piensan ahora en el infierno que a buen seguro se vivía en aquella casa con la discreta y tímida vecina. Benedicto Fernández Sandoval recuerda cómo su cuñada, que era vecina del matrimonio, contaba que la maliayesa un día echó a correr a su casa, saltando una tapia del patio, gritando que su marido le estaba pegando. Fue un episodio conocido en Matadeón, al igual que quedó grabado en la memoria colectiva cuando tiró un papel al patio de la vivienda contigua pidiendo auxilio porque estaba encerrada. Protagonizó un episodio similar en Berbes (Ribadesella). En Matadeón denunciaron el caso y Da Silva fue detenido. También cuentan que alguna vez intentó huir, pero él acabó yendo a buscarla a la estación.Trinidad, que hoy tendría 53 años y a la que en León conocían como Teresa, pudo regresar a Asturias con sus padrinos, José María Sainz y Trinidad Vecino, tras el episodio de la nota. Estaba embarazada de su hija Beatriz y pasó unos meses en la casa familiar de Bárzana. Dio a luz en la casa cuna de La Gota de Leche (Gijón), en junio de 1986, y estuvo unos meses acogida por las Madres Adoratrices. En septiembre de ese mismo año bautizaron a la niña y un par de días después falleció su madre. Al poco dejó a las religiosas para regresar con su marido. De nada sirvió que sus familiares y conocidos le insistieran que no se fuera. Ella prometió mantener contacto, pero nunca lo hizo.Lo peor estaba por llegar en Matadeón de los Oteros. La propietaria de una casa próxima relata que en la fachada de la vivienda del matrimonio lucía la imagen de San Antonio "y él quería poner también a Santa Teresa -como llamaban a Mari Trini en León-, pero no lo llegó a hacer". "Llegó al pueblo buscando una casa y le dio al dueño lo que le pidió. Pienso que venía huido de alguna cosa", opina Eleuterio Sandoval, a quien también le extraña que fuera habitual que hiciera cemento en el maletero del coche. Él nunca gozó de buena fama en el pueblo y de su físico destacan su escasa estatura. Eran de sobra conocidas sus idas y venidas, de ahí que a nadie le sorprendiera dejar de ver al matrimonio. "Desaparecieron y no les echamos de menos". Tienen claro "que las injusticias deben pagarse".En el pueblo cuentan que además del bebé de poco más de un año, al que Mari Trini daba el pecho, había tres críos más en la casa. Creen que eran hijos de Da Silva, fruto de una relación anterior, que encaja con las sospechas de los conocidos de la maliayesa de que el hombre había estado casado previamente, pues el mismo párroco de Seloriu (Villaviciosa) por aquel entonces desconfió y la boda de Mari Trini con "El Portugués" descolocó hasta a sus propios padres, que ni se enteraron. Se celebró el día de Reyes de 1985, a las siete de la tarde, ya de noche, en la iglesia de La Oliva, en Villaviciosa, y no en su parroquia de toda la vida.En Matadeón relatan que los niños andaban bien firmes y temerosos. "Iban a tomar algo a Matallana -el pueblo de al lado- y los chicos estaban como estatuas, no se movían. Les pedía una Coca-Cola para los tres", relata Benedicto Fernández Sandoval. "Lo raro es que no se sepa nada de ellos. Todo el mundo decía que eran de otra mujer". Eleuterio Sandoval añade que no iban a la escuela y en el pueblo se habla que les vieron mendigar en León.A pesar de que la historia del secuestro de Mari Trini fue sonada, recuerda el alcalde, Miguel Ángel Lozano, en Matadeón "sorprendió ahora muchísimo" que la Policía buscara en el solar de la casa los cuerpos. "No conocemos el fondo de la historia", reconoce. Aunque Eleuterio Sandoval tiene claro que, si las llegó a matar y "tiene dos dedos de inteligencia, pues parecía listo, no las mete ahí (en la casa). Las tira al quinto pino". Después de la desaparición de Mari Trini, el hombre volvió por el pueblo, pero cuando en 1996 el Ayuntamiento trató de localizarle para que se hiciera cargo del pago del derribo de la vivienda no dio con él. La excavación ha servido para que los efectos personales de la mujer y dos placas de matrículas suizas den nuevas pistas. La Policía portuguesa, a instancias de la gijonesa, interrogó a Antonio Da Silva, pero él dijo no saber nada ni de su esposa ni de su hija. Ella le acompañó a la Audiencia Provincial de León el 15 de julio de 1987, pero el 17 septiembre de ese mismo año ninguno de los dos se presentó al juicio que tenían pendiente por haberla tenido retenida. Nunca más se supo nada de ella ni de la niña. Es como si a las dos las hubiera tragado la tierra.