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Cocinero antes que agricultor

Hastiado de la precariedad y los impagos, Ramón de Pablo dejó los fogones y ahora cultiva y vende plantas de su jardín

Ramón de Pablo, en su puesto. F.T.

La venta de excedentes de la huerta no es sólo un mecanismo para lograr unos ahorros extra. Para muchos, es una manera de subsistir, de obtener los medios que les permitan llevar una vida digna y no depender de la beneficencia, en un momento en el que, a causa de la crisis y los consiguientes recortes, son muchos los que se han quedado en la calle.

Cada comerciante tiene su historia y ha llegado a la Pola por un camino particular. Pero en los últimos años, es frecuente encontrar a parados de larga duración que no se resignan a su suerte y buscan una salida en la vuelta al campo. Ramón de Pablo es uno de éstos.

"Era jefe de cocina. Pero llegó la crisis y empezaron los problemas. Los restaurantes dejaron de pagar. Yo ya tenía un jardín en el que cultivaba plantas, y me centré en ello", explica De Pablo, vecino de Carbayín. Así, el antiguo cocinero cambió los fogones por la tierra y la garcilla por la azada, e hizo de su "hobby" una profesión.

Ahora, su puesto es uno de los mejor surtidos de todo el mercado en lo tocante a las plantas, y tiene una nómina de clientes fijos que, temporada tras temporada, acuden a él para ampliar la variedad de su huerta y jardín.

"La grosella y el arándano son quizás lo que mejor se vende. Son plantas fáciles de trabajar y que no requieren mucho espacio, cualquiera que tenga un pequeño huerto las puede plantar", explica.

Entre las más raras variedades de su huerta está la flor esponja, cuyo fruto no se come, sino que se usa en la higiene personal. "Es exfoliante, se usa en la ducha y viene muy bien. Yo mismo la uso, pero aún no tengo. Es una planta que traigo en verano", afirma.

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