Las botas de cowboy de Uke no volverán a pisar las calles de Grado, aunque siempre estarán en el recuerdo de todos los moscones. Más allá de sus camperas y su pañuelo rojo al cuello, todos lo recordarán porque José Alberto Menéndez era una buena persona. Amable, generoso, extrovertido, divertido y un gran contador de historias. En definitiva, Uke es inolvidable.
La muerte le sorprendió el pasado domingo a causa de una enfermedad. Y el vacío en la villa se notó rápido y se pudo constatar en las redes sociales, con innumerables mensajes de recuerdo. Todo el mundo destacó que era de las mejores personas, alegre y siempre con su sonrisa y su buen rollo por bandera.
Uke siempre fue polifacético. Se dedicó a diversos trabajos, con mucha dedicación, e incluso participó en varios cortometrajes de Julio de la Fuente. El cine era una de sus pasiones. De hecho, tenía unas cualidad innatas como actor y siempre se ponía delante de la cámara como un profesional de Hollywood; aunque sin sueldos millonarios, lo hacía desinteresadamente, como todo.
Una vena artística que es la que le hacía destacar siempre en el Carnaval con sus exitosos disfraces y que le hacía ser un contador de historias nato. Cualquier detalle cotidiano lo convertía en un monólogo. Era total.
Sin duda, una persona muy inteligente, con un bagage cultural muy amplio. Uke tocaba cualquier tema y siempre lo hacía con conocimiento de causa.
Uke era un conversador nato, como pocos. Daba igual el tema que saliese a la palestra, siempre le ponía un punto único, como él mismo.
Sabía escuchar y más aún dar buenos consejos; obligaba a los demás a reflexionar. Y si alguien se ponía terco, Uke le hacía entrar en razón.
Tras saber que se había ido, recordé una de sus frases: "Mi madre, como modista, te diría que a esos pantalones les falta tela; yo, como cowboy, te digo que están de puta madre". Uke era un verdadero cowboy. Irrepetible.
