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Jorge Camino: "Los castros maliayeses explican las casas de la Edad de Hierro"

Esperanza Martín, compañera del investigador asturiano, presentó en Francia las conclusiones de los trabajos en Camoca y Moriyón

Jorge Camino: "Los castros maliayeses explican las casas de la Edad de Hierro"

Los castros de Camoca y Moriyón, en Villaviciosa, están ayudando a entender y conocer cómo eran las casas en la Edad de Hierro en la Cornisa Cantábrica. Las investigaciones realizadas en terreno maliayés entre los años 1987 y 1996 han aportado novedosas informaciones sobre las viviendas del primer milenio antes de Cristo, "de las que casi nada se sabía en la región cantábrica", destaca uno de los arqueólogos del equipo, Jorge Camino. Su compañera Esperanza Martín presentó recientemente su trabajo en el congreso "Architectures de l'âge du Fer en Europe occidentale et centrale", que se celebró en Rennes (Francia) hasta el día 7.

Los datos recabados en los castros maliayeses, que han sido ampliados y contrastados con varias decenas de casas en una veintena de poblados estudiados en Asturias, Cantabria y País Vasco, han permitido definir el modelo constructivo y funcional de los hogares prerromanos. La relevancia de las conclusiones a las que han llegado los investigadores Jorge Camino y Esperanza Martín las ha convertido en un referente internacional.

"A pesar de los miles de años transcurridos, la meticulosidad de las excavaciones arqueológicas en aquellos castros de Villaviciosa permitió recuperar las cimentaciones de las viviendas -trincheras, hoyos y zócalos- y pellas de barro y maderas de las paredes conservadas tras carbonización por los incendios que solían afectarlas", explica Jorge Camino. Agrega que salvo contadas excepciones -siempre del Cantábrico oriental por los influjos del valle del Ebro y ultrapirenaicos- las casas son de planta redondeada, mayoritariamente elípticas y circulares.

La estructura se montaba con gruesos postes y viguetas -casi siempre de roble-, a los se urdía una malla de ramas y palos -sardo, bardón, etc.- que trababa la obra, recubierta por una gruesa carga de arcilla para formar las paredes. Un sistema de cabrios dispuestos radialmente desde la cumbrera hasta la testa de las paredes daba lugar a una cubierta cónica (simétrica o asimétrica) de bastante inclinación (45 grados) que recubrían de paja obtenida del cultivo de cereales, argumenta Camino.

Los ensambles, reforzados con tornos de madera y correajes, facilitaban las uniones de los elementos de madera. La planta redondeada favorecía la cohesión de la estructura, compensando todas las tensiones, y debía tener tirantes transversales entre las paredes que no sólo evitaban las tracciones hacia el exterior, sino que permitirían la existencia de un piso elevado bajo la cubierta. Muchas de estas casas estaban pintadas con aguadas de color blanquecino u ocre claro.

Las puertas se orientaban al sur y al sureste para recibir más luz y calor y evitar los vientos dominantes del norte y oeste. Pero no consta la existencia de ventanas, destaca el investigador. "Las casas tenían un hogar a ras de suelo que, además de servir de cocina, calentaba e iluminaba la estancia, pero, como en las casas tradicionales, las ennegrecía con los humos", indica. "En su interior se hacía el almacenaje de granos y viandas, se realizaban tareas artesanales y se descansaba", señala Camino. El área doméstica se completaba con pequeños corrales, leñeras y graneros exteriores.

Los investigadores Jorge Camino y Esperanza Martín también han concluido que cada casa era independiente dentro de los poblados, aunque podían agruparse varias con sus dependencias auxiliares, dando lugar a barrios familiares. Asimismo, han determinado que eran viviendas "de modesto tamaño, por lo general, en torno a 20 metros cuadrados". No obstante, las había más pequeñas y también mayores, pero éstas no superan los 30 metros cuadrados. Esta superficie casi se duplicaba con la primera planta bajo cubierta.

El origen de estas casas redondas y de madera y barro hay que buscarlo en los primeros poblados neolíticos del Próximo Oriente, explica el arqueólogo. Desde allí se difundieron por el Mediterráneo, con esquemas constructivos más sencillos, y se extendieron durante el III y II milenio antes de Cristo por la península Ibérica, alcanzando incluso los confines atlánticos de Europa, argumenta Jorge Camino. "Un antecedente sencillo de estas casas se encontró en las cabañas del IV milenio antes de Cristo de Peña Oviedo (Cantabria)", agrega.

"Un hecho de interés es la constatación de algunas edificaciones con un amasado de barro semejante al tapial en el momento de la conquista romana", resalta el investigador. Añade que "lo interesante de este tipo de casa prerromana, todo un alarde constructivo de carpintería, es su largo arraigo cultural en Asturias, donde llegaron a pervivir hasta la Edad Media". Lo hicieron frente a la paulatina introducción de las construcciones angulares y de piedra, constituyendo el precedente último de las pallozas del suroeste de la Cordillera Cantábrica, "una auténtica reliquia milenaria", concluye Camino.

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