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La procesión del Corpus mengua en Noreña

La celebración llegó a ser día de fiesta en la Villa Condal, adornada para la ocasión y con actos que ocupaban toda la jornada

Procesión del Corpus en la plaza de La Cruz, en Noreña, en 1952. M. Á. F. C.

La celebración de la festividad del Corpus Christi fue en épocas pasadas una de las manifestaciones religiosas más concurridas de cuantas celebra la Iglesia Católica, excluyendo las dedicadas a los santos patronos de las diferentes parroquias. La fiesta del Corpus tiene como fin principal el rendir culto al misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y tuvo su origen en la ciudad belga de Lieja en el siglo XIII.

Fue cita festiva, en algunos casos multitudinaria, y en Noreña se celebraba la misa en la mañana y a la tarde la procesión desde la iglesia hasta la plaza de La Cruz. El párroco portaba la Santa Custodia del Santísimo bajo palio, tras él las autoridades locales, y por delante, los niños y niñas vestidos con los trajes de primera comunión adelantándose al cortejo, así como las banderolas de los hombres y mujeres de la Adoración Nocturna. Las enseñas nacionales adornaban los balcones y el suelo por donde discurría estaba sembrado de espadañas.

Posteriormente, en tiempos del párroco Julio Campillo, la procesión llegaba hasta el kiosco de la música. Ahora, en la actualidad, llega hasta la plaza Eulalia del Busto, donde colocan un altar en la esquina del colegio, retornando tras la bendición al lugar de origen. Se ve que la procesión cada vez se hace más corta.

Hace muchos años, cuando existía una calle desde la plaza de El Rebollín hasta la calle Silvestre Rionda, denominada calle de la iglesia y que pasaba por delante del palacio de los Uría, en tiempo perteneciente a la señora Marquesa de San Juan de Nieva, se instalaba delante del histórico y blasonado edificio un altar para el paso de la procesión. Según leemos en la prensa de 1917, se hizo esta costumbre a partir de que un obispo de la diócesis se sintiese repentinamente enfermo estando de visita pastoral a la villa, pasando su convalecencia en el citado palacio. En agradecimiento quiso que a partir de esa fecha la procesión hiciese también parada litúrgica ante el altar instalado en su recuerdo.

Termina la crónica festiva comentando que "la romería parecía que iba perdiendo en animación, pues no se notaba la concurrencia de otras veces y que estaba animada por la Banda de Música, la gaita y el tambor, y que la juventud se divirtió bastante".

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