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Las monjas tienen peso en Villaviciosa

Las maliayesas hermanas clarisas, de clausura, y las carmelitas de la Caridad, de vida activa, reciben con "alegría" la llegada de las samaritanas a Valdediós

Monjas que cuidan. Otra parte de la congregación se esmera con los mayores. En la foto, el presidente del patronato y párroco de Amandi, Carlos Capellán; la hermana Isabel y la directora de la residencia, Salvi Alonso. M. M.

Las tres comunidades de monjas que llevan años asentadas en Villaviciosa han acogido con agrado e ilusión la noticia que adelantó LA NUEVA ESPAÑA de que las carmelitas samaritanas del Corazón de Jesús serán las nuevas moradoras del monaterio de Valdediós, deshabitado desde que, en junio de 2012, lo abandonaran los hermanos de San Juan. Será la primera vez que se instale en el cenobio maliayés una orden femenina.

Son las clarisas las que mayor tradición tienen en Villaviciosa. La madre abadesa, María Luisa Picado, relata que fue en 1694 cuando un grupo de tres amigas villaviciosinas acudieron a los padres franciscanos del convento de San Juan de Capistrano, que tuvo vida hasta la década de los treinta del siglo XIX, con la exclaustración de Mendizábal. Las orientaron y apoyaron. Se instalaron inicialmente en una casa de El Ancho y pronto eran ya una docena de jóvenes.

Gracias a una donación particular compraron el terreno donde se levantó el monasterio de la Purísima Concepción, que hoy ocupan nueve hermanas clarisas. Además, un vecino de Castropol que había regresado de su emigración en América les donó su dinero antes de convertirse en fraile franciscano.

Lo peculiar de esta orden en Villaviciosa es que surgió aquí, pues en la mayoría de las ocasiones un monasterio se funda partir de otro, como sería el caso de las carmelitas samaritanas del Corazón de Jesús, pues sólo una parte de la comunidad del convento de Valladolid se trasladaría a Valdediós. Para María Luisa Picado, esta peculiaridad de las clarisas maliayesas explica su gran "relación con el pueblo".

La abadesa recuerda que llegaron a ser hasta 23 hermanas y cuando se produjo la exclaustración con la desamortización de Mendizábal acogieron a las clarisas de Oviedo. Las de Villaviciosa se salvaron de esta expropiación forzosa porque el edificio no tenía gran valor artístico, explica Picado.

Son monjas de clausura, cuyo carisma es "vivir en fraternidad y pobreza". Su hábito es marrón, con toca blanca y velo negro. Son las únicas clarisas que hay en Asturias. Obtienen ingresos de su taller de ornamentos litúrgicos y de la repostería. Para ellas, la llegada de las carmelitas samaritanas, también de clausura, "es una buena noticia". "Estábamos deseando que Valdediós fuera habitado", indica la madre abadesa.

Las de Villaviciosa también son las únicas carmelitas de la caridad de Santa Joaquina de Vedruna de Asturias. Tienen vida activa -no contemplativa, como las clarisas y las samaritanas- y no suelen vestir el hábito, que es gris. Su labor se centra en velar por la salud de mayores y enfermos, y en la enseñanza a los jóvenes. Las tres primeras hermanas llegaron en 1895 para fundar el colegio San Rafael, un referente en la enseñanza maliayesa y cuyo legado continúa en la actual directora, Virginia García del Cueto; la superiora de la congregación, Isabel Nieto; Concepción Quintana, y Aurora Villoria. Las tres últimas están jubiladas, pero siguen con tareas de apoyo.

En la residencia de mayores Miyar-Somonte, de Amandi, hay otras cuatro hermanas carmelitas. Tres son voluntarias. Una de ellas realiza labores de apoyo; otra, en la recepción, e Isabel Collado da apoyo a familiares y residentes. Hasta hace unos años era la directora de la residencia. La cuarta hermana trabaja como enfermera.

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