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De Aquí A Lima

Localismo y promesas electorales

El tercer carril de la "Y" y un centro cultural para Lugones, prioridades en una región sin solución para la Variante y repleta de equipamientos vacíos

Francis Galton determinó en 1906 que las masas son sabias. Este polímata británico, considerado uno de los mejores estadísticos de la Historia, sustentó su teoría en un concurso de la feria de ganado de Plymouth. Centenares de ganaderos competían por adivinar el peso exacto de un hermoso buey, que además era el trofeo. Participaron 800 personas. Cuando acabó la prueba, Galton detectó que la media de las predicciones del colectivo sólo se desviaba una libra (apenas medio kilo) del peso real del animal. La precisión del grupo fue mayor, incluso, que la del ganador de la competición.

Hoy existe toda una industria de las predicciones estimulada por Internet y basada en esa "sabiduría de las masas" que se recoge en la ley de Grandes Números: "el promedio de las opiniones converge hacia el valor verdadero tras compensarse el ruido aleatorio". Dicho en román paladino: que los datos imprecisos se van compensando con los correctos y, si el colectivo es suficientemente grande, el resultado tiende a ser veraz.

Los especialistas dicen que este método es más fiable que las encuestas tradicionales porque éstas son una foto fija, tomada días e incluso semanas antes de que se hagan públicas -y de la noche electoral-, mientras que la predicción de Galton detecta y se adapta a los progresivos cambios de opinión de los indecisos. Si a la rigidez de la demoscopia convencional sumamos la "cocina" de los datos en beneficio del cliente, el hecho de que las llamadas sólo se hagan a teléfonos fijos (lo que reduce el universo) y que las muestras cada vez son más pequeñas por cuestiones presupuestarias, hallaremos la explicación de por qué fallan como escopetas de feria. Recordemos, sin ir más lejos, la sorpresa de Podemos en diciembre y la victoria de Foro en 2011.

Falta una semana para las elecciones y hoy los medios de comunicación se llenarán de predicciones electorales, permitidas por Ley hasta cinco días antes de la votación. Pero ahora las encuestas -al menos las que se hacen públicas- se realizan más para intentar cambiar tendencias de voto y dar alpiste informativo a los medios de comunicación durante la campaña que para realizar un verdadero pronóstico.

Las encuestas, junto con las mayoría de las promesas políticas, dibujan el paisaje del teatro preelectoral que los ciudadanos simulamos creernos, unas elecciones tras otras, sabiendo que tanto unas como otras será difícil que se cumplan.

Si en Asturias se hubiesen hecho realidad las promesas electorales, tradicionalmente asociadas a la obra civil, el asfalto y el hormigón, no quedaría una brizna de hierba. La estrella de esta campaña ha sido el tercer carril para la "Y" entre Oviedo y Lugones,un cuello de botella desde hace décadas. El director de Carreteras afirmó que, en el mejor de los casos, la obra empezaría dentro de dos años, o de tres, y acabará en 2020 o en 2021. Es lo de menos. Lo importante era prometer en tiempo y forma, y hecho está.

Mientras tanto, la inauguración de San Gotardo saca los colores en toda Europa a la inutilidad de la Variante de Pajares, la autovía Oviedo-La Espina sigue amputada y el abandonado tren de cercanías no compite en velocidad ni con la bicicleta. En el ámbito autonómico, la Vuelta anuncia que tendrá que esquivar Tarna después de comprobar algo que los vecinos y usuarios llevan meses denunciando, y es que cada vez se parece más a un camino de cabras. Pero repararla no entra en los planes de la Consejería.

Lo curioso es que en lugar de poner en duda -por el momento en el que se enuncia- la promesa política, los asturianos huimos hacia delante y a renglón seguido pedimos un enlace de la "Y" con la AS-II. Y dos huevos duros. Como si no hubiese otras prioridades en comunicaciones en Asturias que enlazar dos vías que nacen y mueren en las mismas ciudades y que tienen, ambas, accesos próximos a las zona en que se cruzan.

La visión localista, reminiscencia seguramente del condicionante orográfico pretérito, y la falta de visión estratégica han convertido Asturias, por ejemplo, en un cementerio de equipamientos. Porque todo el mundo quería tener una infraestructura singular y mejor que la del vecino. Un editorial reciente de este periódico repasaba las decenas de museos, aulas, centros de interpretación y toda suerte de cascarones vacíos que nos recuerdan una época en la que toda construcción era poca. Una época en la que el Gobierno levantaba equipamientos públicos a toda máquina y la oposición, lejos de exigir que se redujese la velocidad, pedía más madera.

Pero, aunque las cicatrices son manifiestas, no parece que hayamos aprendido del error. Esta misma semana varios colectivos de Lugones reclamaban para su localidad espacios como el auditorio y la plaza cubierta que tiene la Pola. Equipamientos, los polesos, que aunque acogen actividades no están ni mucho menos a pleno rendimiento. Y que se encuentran en el mismo concejo y a apenas diez kilómetros de distancia de donde se pide construir otros idénticos. A diez días de unas elecciones, el Alcalde, socialista y lugonino, ha comprometido ya los primeros 500.000 euros para un equipamiento de servicios culturales y administrativos en la Ería de Lugones que costará 5,5 millones. Un proyecto -por cierto- ya prometido por otro alcalde socialista, Juan José Corrales, hace ocho años.

Un curioso teorema que viene al caso analiza que sólo hay tres comunidades autónomas en España con nombre en plural: Baleares, Canarias y Asturias. Dos archipiélagos (que justifican el plural) y una región durante siglos aislada por la orografía: una isla. Sin embargo, al internarse en ella el observador se da cuenta de que no es una isla, sino también un archipiélago, porque los localismos la dividen en un conjunto de pequeñas islas (valles y localidades) de rivalidad irreconciliable. En lugar de poner en común las estimaciones de lo que pesa el buey, cada uno defiende la suya sin considerar siquiera las demás. Y así nos va.

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