El colegio público El Carbayu vivió ayer una jornada agridulce. El centro celebró, por una parte, el inicio de las obras que permitirán ampliar de 40 a 100 la oferta de plazas del servicio del comedor escolar, tras siete años de continuas demandas, y, por otro lado, lamentó la pérdida de las emblemáticas casas de los maestros, que ayer fueron casi derruidas en su totalidad para albergar el nuevo equipamiento.

La actuación realizada ayer es sólo el punto de partida de siete meses de trabajos para los que el Ayuntamiento de Siero dedicó 140.000 euros del presupuesto de este año. Labores que, una vez culminadas, permitirán al centro contar con unos 120 metros cuadrados de superficie para el servicio de comedor, así como de una pequeña cubierta que favorecerá que los niños jueguen en el exterior en los días lluviosos. "Será un gran avance y mucho más acertado que el plan inicial de cubrir la pista exterior", señala la directora, Eva Pello.

Una mejora que tiene un coste sentimental, pues el derribo de las escuelas de los maestros pone punto final a una etapa de alrededor de 60 años en los que, primero, dieron un importante servicio a la comunidad educativa y, después, se convirtieron en un emblema infrautilizado en que el paso del tiempo convirtió en ruinas.

Buena conocedora de la importancia que tuvieron estas viviendas es la profesora de religión del centro, María Jesús Alonso, que fue alumna del mismo hace aproximadamente medio siglo y a la cual le tocó vivir una etapa muy distinta a la actual. "Entonces el colegio estaba partido en sus dos plantas", explica, en referencia al hecho de que las niñas recibían las clases en la primera planta y los niños, en la planta baja, segregados por sexos. Asimismo, recuerda que había tres unidades por cada sexo, con su respectivo maestro o maestra. "Cada uno tenía su casa y entonces venía a hacer vida aquí", rememora una mujer que calcula que el último profesor que habitó las casas se marchó del centro de Lugones en los años noventa del siglo XX.

Una situación muy diferente a la actual, pues este colegio inaugurado en el año 1953 cuenta con 180 alumnos y, debido al crecimiento de Lugones, va camino de tener que avanzar hacia una ampliación para paliar la demanda educativa. "Es cierto que este año nos quedaron 10 plazas libres, pero también lo es que las instalaciones se van quedando pequeñas para la actividad que desarrollamos", declara la directora de un centro que ayer mismo recibió la visita del alcalde de Siero, Ángel García, y de varios ediles para hacer un seguimiento del inicio de los demandados trabajos.