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Viaje a África y a Japón sin salir de Candás

El Museo Antón organiza talleres en los que los niños desarrollan su imaginación con manualidades con motivos africanos y asiáticos

La monitora Carla Spaggiari y los alumnos, a punto de iniciar el taller de ikebanas. I. G.

Candás ha abierto las puertas de la imaginación en el Museo Antón. Eso sí, solo para niños. El centro de escultura propone un viaje a tierras lejanas, más concretamente al continente africano y a Japón. Permite conocer los rasgos culturales y artísticos de aquellos territorios, y todo desde la tercera planta.

Allí, los pequeños aprenden a través de manualidades y conocen, por ejemplo, el significado del concepto Ikebana, una composición de flores de diferentes tamaños y colores al más puro estilo japonés. Colocan plantas de diferentes tipos en un jarrón al tiempo que la monitora del curso, Carla Spaggiari, les hace una foto de recuerdo con sus obras de arte. Los primeros en crear una Ikebana son Miguel García y Paola Fernández.

"En Japón no tienen casi flores, por eso es tan importante la ikebana, creo", afirma con dudas el pequeño Miguel después de colocar tres o cuatro flores en una jarra. De Japón, sin duda, lo que más atrae a los pequeños son los dragones, y eso desborda su imaginación. "Mira qué lengua tiene este", espeta Cola Jarque mientras sujeta al dragón que ha confeccionado con sus propias manos a base de cartulina, pinturas y palillos de unos veinte centímetros. Cola pasea orgulloso por la tercera planta con su obra de arte al tiempo que su hermano Losha explica que ha elaborado con sus propias manos casas típicas africanas. Antón García detalla las fases que supone la confección de esas casas: "Pones el barro en dos bolas, luego haces cuadrados y, más tarde, haces el tejado con forma de pico".

Al tiempo, Alejandro Lamelas se sofoca del calor con un abanico japonés. Es su aire acondicionado portátil y lo mueve con fuerza ante la atenta mirada de su compañera Elisa Balbuena. Los pequeños tienen entre cinco y ocho años y forman parte del primer turno de los talleres veraniegos del Museo Antón. Lamelas muestra en su mano derecha unos "palos africanos para pelear", y al momento, emerge desde el suelo un cohete que Losha Jarque tenía preparado para despegar. El cohete es de cartulina y la cara de un cerdo que tiene detrás de él está hecha a base de plásticos reciclados. "El cerdo es japonés", comenta Leo Rodríguez. El último enseña una cometa confeccionada con papel y explica que esa figura típica de Japón es más apta para el invierno y el otoño porque "sopla más el viento que en verano".

"El tema del viaje lo planteamos como una aventura para conocer nuevos países y culturas; en este caso toca África y Japón. Ellos dicen que es un taller de manualidades; sin embargo, lo que pretendemos es que conozcan el arte y la artesanía y desplieguen su imaginación", explica la monitora del taller.

Los pequeños han elaborado un diario de viaje, un cuaderno de bitácora en el que anotan todo lo que han aprendido de esas culturas desarrolladas a miles de kilómetros de Candás. "Mira qué máscara", dicen los hermanos Jarque al tiempo que uno de ellos se coloca una pieza propia de la cultura Dogon africana. También aprenden a escribir su nombre en grafía japonesa. El objetivo esta conseguido, los pequeños han viajado a África y Japón a través de piezas que han construido con sus propias manos. Y todo ello, sin moverse de la sala de actividades del Museo Antón.

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