Desde la Casa de Anes sale un camino que se interna entre la maleza, pugnando por mantener su trazado ante la doble masa verde que, a un lado y otro, trata de constreñirlo, de acabar con él. Es el camino de La Panchica, de apenas medio kilómetro y que da acceso a unas fincas y a la vivienda de Ramón Nicieza y Pilar Riopedre. Un matrimonio que reclama al Ayuntamiento de Siero, desde hace al menos un lustro, que limpie periódicamente el camino.

"Cuando vienes desde Noreña es muy fácil saber cuándo entras en Siero: en cuanto pasas de una carretera con dos carriles y la línea pintada a una sin arreglar es que ya estás en Siero. Aquí no cuidan los caminos", explica Ramón Nicieza.

Según relata el sierense, los técnicos municipales pasan de cuando en cuando, pero nunca más de una vez al año, a limpiar los caminos de la zona. "Aquí tendrían que pasar al menos dos veces al año. O eso, o instar a los propietarios de las fincas a limpiar las cunetas y los cierres", sostiene Nicieza. El problema para estos vecinos, más allá de que el mal estado del camino propicia la presencia de alimañas, es que la maleza ha llegado a tal nivel de densidad que algunos proveedores de servicios, como puede ser el gasoil para la calefacción, les ponen problemas para desplazarse hasta la casa. "Si viene un camión de lona no puede pasar, se la rajan las ramas de los árboles", afirma Nicieza.

Este matrimonio se ha dirigido al Ayuntamiento en repetidas ocasiones para exponer su caso, aunque de momento no han logrado gran cosa. "Ya es una vergüenza que tenga que pedir por favor que trabajen, pero es que encima no sirve de nada", dice Nicieza. "Pasan de nosotros olímpicamente", añade Pilar Riopedre.

El matrimonio, de hecho, incide en que el estado de la maleza incluso limita la iluminación de la zona. "Hay una farola que está en medio de una castañal, pero es que tiene tantas ramas, y tan frondosas, que no vale para nada", explica Riopedre. Años atrás, de hecho, un edil de Siero planteó la tala de la castañal, pero el matrimonio se niega en redondo e insta al consistorio a cuidar la arboleda para controlar su crecimiento, no a talarla.

Cuatro meses atrás, por mediación de la alcaldesa de barrio, representantes políticos y operarios municipales se desplazaron a ver el lugar, pero esa iniciativa no se sustanció en una actuación efectiva para limpiar el camino y, especialmente, para ejecutar un mantenimiento continuado. "Ni hacen nada ni obligan a los propietarios de las fincas a que cuiden el cierre", afirma Ramón Nicieza, que no obstante precisa que uno de los tres propietarios cuyos terrenos dan al camino de La Panchica sí que limpia sus lindes cuando se lo solicitan.