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Soledad y Gelín, sesenta años de casados en la Pola trabajando y "tirando del carro"

Una discusión por si picaban los callos unió a la pareja, que celebró su largo matrimonio con hijos, nietos y bisnietos

Gelín Rodríguez y Soledad Prida, sentados con el resto de la familia, antes de la celebración. MANUEL NOVAL MORO

Soledad Prida Vigil y Gelín Rodríguez Fernández llevan nada menos que 60 años casados, y lo acaban de celebrar por todo lo alto con sus dos hijos, sus cuatro nietos y sus dos bisnietos. La principal razón de un matrimonio tan longevo y tan bien avenido es, por una parte, que la pareja se casó muy joven (Soledad contaba 19 años y Gelín, 20), y también su condición de luchadores, especialmente, según sus hijos la de la madre, "que siempre tiró del carro".

Soledad es natural de Sariego, y tiene 79 años, uno menos que su marido, nacido en Collao. Curiosamente, la primera vez que trabaron conversación fue, en cierto modo, para discutir. Ella trabajaba en una casa en la que le sirvieron a Gelín unos callos. Él decía que estaban picantes, y la gente de la casa, que no. "¿Quién dice que no están picantes?", preguntó él, y la joven a la que llamaron a discutírselo fue la que se convertiría en su mujer durante seis décadas. Entonces, él tenía 17 años y ella, 16. Todavía conservan una fotografía suya poco después en los Güevos Pintos.

Los hijos del matrimonio, Valentín y Salvador, destacan sobre todo a sus padres como grandes trabajadores. Gelín ya entraba a trabajar en la mina a los 17 años, concretamente en el pozo Pumarabule, en Carbayín, a donde iba en bicicleta, "y algunas veces, andando", dicen. Estuvo allí más de treinta años hasta que, finalmente, tuvo que retirarse por problemas de espalda. Entretanto, su mujer seguía trabajado de sirvienta y tirando de la familia. Los hijos, cuando se hicieron mayores, siguieron los pasos de su padre, y entraron los dos en la mina. La tradición minera se acabó aquí, ya que ambos se prejubilaron y no hubo más relevo generacional.

El matrimonio celebró hace una década sus bodas de oro, una ceremonia que Gelín cuenta entre los mejores momentos de su vida. Hay una foto de la radiante pareja que él muestra orgulloso. Hace ocho años, Soledad sufrió un ictus que la postró en silla de ruedas. Pero, con todo, la familia sigue unida y el matrimonio sale adelante con la ayuda de su descendencia.

Gelín, en realidad, se llama Dámaso. Eso es lo que dice su carnet de identidad, pero nadie en su familia lo llama por ese nombre. La razón está en que fue su padrino quien decidió que se llamase Dámaso. En aquellos tiempos era tradición que decidiera el padrino. El resto de la familia, en cambio, querían llamarlo Ángel, y así es como lo empezaron a llamar, de ahí que le quedase finalmente el diminutivo.

Toda la familia, incluidos los cuatro nietos Efrén, Sara, Valentín y Rubén, y los dos bisnietos, Mateo y Eirene, compartieron mesa y mantel en la sidrería El Polesu de la Pola para celebrar que el matrimonio sigue unido después de tanto tiempo, y para hacerles llegar un cariño que se extiende a cuatro generaciones.

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