La villa moscona sigue impactada con el crimen del médico Francisco Crego Marcos a manos de "El Araña", Daniel J.J., el pasado domingo tras una discusión por dinero en su finca de La Barraca. Un trágico suceso que acabó con la vida del galeno a sus 83 años después de dedicarse en cuerpo y alma a Grado desde que llegase en 1960. Un médico los 365 días del año, las 24 horas del día, que consiguió el afecto y cariño de sus pacientes, que ahora lloran su pérdida entre incredulidad e indignación. "El Araña" está en prisión por un delito de homicidio y robo con violencia.

La bondad de Crego la llevó al plano profesional siempre. Si el paciente no tenía recursos con los que pagar cuando la asistencia médica pública no estaba generalizada, Don Francisco, como todos le conocían, le hacía un gesto con la mano para que se fuera con la receta. Sin más. Lo importante era la salud de sus pacientes.

Recorrió todos los pueblos del concejo para atender los dolores de los moscones. Primero iba a caballo, luego en moto y, al final, ya en coche. Una labor sanitaria que desarrolló junto a su inseparable compañero y amigo, el doctor Francisco González Arechaga. "No había sitio al que no llegásemos, sobre todo por la comarca de Salceo", recuerda el médico, muy emocionado. Crego siempre estuvo orgulloso de ser médico rural y son muchos los vecinos que nacieron gracias a sus conocimientos médicos, pese a la escasez de recursos y medios con los que contaban en la época.

Era conocido el famoso "semáforo de Crego", un sistema con el que el médico y su esposa, Ana María García, distinguían las urgencias. Si Ana Mari, como él la llamaba, encendía la luz verde en la ventana, Crego tenía que regresar a atender una emergencia en casa. Una consulta abierta siempre, con las fichas de los pacientes escritas a mano y la primera fotografía pegada, una imagen de la infancia que en la mayoría de los casos acompañaba a los pacientes hasta su madurez.

Crego curaba dolores y enfermedades físicas, pero también la psique de los pacientes. Tenía un ojo clínico fabuloso, pero también era muy psicólogo, se daba cuenta de que algo rondaba la mente del enfermo y sabía lo que tenía que aconsejar. Siempre trataba a sus pacientes con una educación exquisita y de usted. Crego, salmantino de nacimiento, era capaz de sosegar el ánimo de cualquiera con su voz grave y templada, con dulzura y cariño pese a ser un hombre de pocas palabras.

Dedicó su vida al cuidado de sus vecinos y fue una persona muy familiar en su entorno privado. Sus hijas, Ana María y Teresa, están alejadas del concejo estos días para desconectar del terrible desenlace que tuvo la vida de su padre, señalaron fuentes cercanas. Ya en su jubilación, que alargó hasta pasados los 70 años, disfrutó de paseos y charlas con sus amigos y su esposa, siempre cogida de su brazo. Era un hombre de profundas convicciones religiosas, que le ayudaron a superar el fallecimiento de su mujer en 2009, quince días antes de ser nombrado como Hijo Adoptivo de Grado. Una distinción que sumó al premio "Moscón de Oro".

Crego era un hombre tranquilo, con su puro siempre encendido, que hizo siempre el bien a quienes le rodeaban. Por eso los moscones no logran entender el atroz crimen de La Barraca. "La de veces que lo ayudó y le dio dinero, siempre ayudó a los más desfavorecidos y fue precisamente uno de ellos el que mordió la mano que le daba de comer", señaló Concha Llano. Crego era el médico de los pobres. Y de todo el mundo. Crego era el médico de Grado.