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La bolera central

La reina de los castros

Raquel Espinosa es a sus 17 años la gran dominadora de la emergente cuatreada femenina, en la que ya acumula cuatro títulos regionales absolutos

Raquel Espinosa se dispone a tirar para la mano en la final del Regional disputada en Ribadesella. l. b.

Raquel Espinosa tiene mucho ya ganado, pero quiere más. Esta deportista aplicada, insistente y ambiciosa, que este año inicia los estudios de 2º de Bachillerato por la rama de Ciencias Sociales, tiene entre ceja y ceja el objetivo de hacerse un hueco entre las grandes figuras de la élite bolística masculina en un plazo relativamente corto.

Si bien es cierto que cuenta ya con varias presencias en rondas finales de grandes torneos masculinos, así como con partidas memorables ante grandes figuras, Espinosa tiene todavía pendiente la asignatura de ascender a Primera Categoría e incluso ir más allá. "Quiero seguir ganando en el femenino, subir a Primera masculina y, si hay suerte, ganar el campeonato", afirma la campeona, que ya en su día fue premiada junto a su rival Sara Rodríguez como Mejor Deportista Autóctono del Año por la Asociación de Prensa Deportiva del Principado de Asturias.

No obstante, sus objetivos más inmediatos son más concretos y menos ambiciosos. En primer lugar pretende recuperarse al cien por cien de su lesión de rodilla y, a partir de ahí, comenzar a entrenar duramente para elevar su nivel y tratar de plantar cara a sus rivales. "Ahora trataremos de hacer algo grande en el torneo de San Mateo por parejas que se juega en nuestra bolera y para el año que viene a ver si podemos volver a subir con el equipo a División de Honor", indica respecto a sus intenciones a nivel colectivo en una peña en la que comparte filas con jugadores de la talla de Isidro Valverde o Josín Suárez, entre otros.

Todo ello con humildad y siendo consciente de que los logros no se alcanzan sin sufrimiento. "La gente piensa que es tirar una bola de cualquier manera y probar suerte a ver si caen los bolos, pero no es así", explica acerca de la dificultad que entraña alcanzar un buen estado de forma a base de largos entrenamientos que suele realizar de manera frecuente en la bolera del centro social de Pumarín junto a sus compañeros.

Unos sacrificios todavía mayores si tenemos en cuenta la dificultad de convalidar la actividad bolística con el balonmano y los estudios, pero que hasta la fecha Espinosa lleva de manera inmejorable. Un claro ejemplo de la capacidad de una chica que, siguiendo el legado de otras figuras como la sierense Verónica Iglesias, primera jugadora en ascender a Primera Categoría masculina hace 6 años, contribuye a que la normalización de la presencia de la mujer en los castros asturianos sea un complejo superado y vaya camino de convertirse en algo habitual y no excepcional.

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