El programa de las fiestas del Ecce-Homo de Noreña, año tras año y década tras década, se articula siempre en torno a una serie de constantes: la "bajada del santu", el día del gochu, la procesión del domingo y el baile del caldo. De todas ellas, la última en incorporarse al programa es el día del gochu, cuya primera edición se remonta a 1984, pero que en realidad nació varios años antes, en el seno de una tertulia. Una gestación en la que tuvo un papel protagonista Aurelio Cuesta.

Este noreñense de pro, que en las últimas fiestas de San Marcos fue distinguido como "Chacinero Mayor" por la Orden del Sabadiego, fue nada menos que la persona que adobó los primeros "gochos" de una pitanza que acabó convertida en rito local. Ahora, cuatro décadas después, recupera la historia para LA NUEVA ESPAÑA.

"Yo había tenido una carnicería en Los Campones. La puse al casarme y la regenté durante ocho años, hasta que mi cuñado Eloy Noval me convenció de ir a trabajar con él a la fábrica que tenía en La Mata", relata Cuesta. Esa cárnica era "La Competidora Colunguesa", germen de la empresa Juntamar (Noval, Junquera e hijos), que hoy mantiene su actividad en la zona de La Reguera. Por esos años, Cuesta, su cuñado y varios amigos frecuentaban la desaparecida "Cuadra de Alfredo", mítica taberna noreñense en la que se comería el primer "gochu".

"Cuando empecé a trabajar con mi cuñado fue hacia 1974. Y por esos mismos años fue cuando hicimos la comida", relata Cuesta. Un artículo publicado en el porfolio de las fiestas de 1986 concreta más las fechas: según ese texto, firmado por "X.X.I." y atribuible a Juan José Iglesias, fue en el Ecce-Homo de 1976, hace ahora cuarenta años, cuando se produjo aquella primera comilona en La Cuadra de Alfredo.

"Habían matado un gochu y Eloy y algunos más decidieron quedar en La Cuadra para asarlo y comerlo", relata Cuesta. Por su experiencia como carnicero, el resto de comensales dejaron en sus manos el adobo y la preparación de la carne, para lo que Cuesta optó por una receta propia que tuvo gran aceptación.

"Siempre he dicho que el vino bueno hay que usarlo en el adobo de la carne. El malo puedes beberlo, pero el mejor siempre tiene que ser para el adobo", explica. Además del vino, Cuesta usaba ajo, hierbabuena, romero y perejil, y restringía mucho el uso de la sal. "Eso sirve para conservar la carne, pero para el adobo hay que echar muy poco", sostiene. El colofón al menú lo puso un comensal gallego que aportó un delicioso orujo, con el que preparó una queimada.

El éxito de la celebración motivó que los comensales repitiesen en los años siguientes, primero en La Cuadra y luego en otros locales. Con los años, la costumbre se extendió a otras peñas y, ya en 1984, la sociedad de festejos la incorporó al programa, repartiendo carne de cerdo a todos sus socios.