Laureano Cadenas no puede evitar sonreír cuando recuerda aquellos hechos: "Avisé a los chavales: 'Cantar en Noreña no es como cantar en Langreo'. Pero estaban empeñados". Era septiembre de 1976 y, evidentemente, cantar en Noreña no era cantar en Langreo. Pero aquellos chavales, su hijo entre ellos, estaban decididos a organizar un concierto en la Villa Condal, pese a las trabas del Ayuntamiento. Así que Cadenas les dejó sus terrenos junto a la avenida de Langreo y se celebró el concierto. Un recital que acabó con una carga policial y que hoy se ha convertido en un episodio mítico para los noreñenses: fue su "Woodstock".

Pongámonos en situación: el verano del 76, el primero tras la muerte de Francisco Franco, llegaba a su fin y por todo el territorio asturiano proliferan los conciertos reivindicativos. Pero es un momento de cambio, y como todos los momentos de cambio es complejo. Las estructuras de autoridad son aún las de la dictadura, y en algunos lugares, y Noreña era uno de ellos, había gruesos muros ideológicos que no lograban vencer los vientos de cambio.

Pese a todo, un colectivo formado por jóvenes noreñenses, "Asemeyu", quiso llevar a la villa una brizna de ese cambio. La asociación había nacido poco tiempo atrás, a raíz del cierre de "Isla 13", y quiso aprovechar la presencia de músicos de primer nivel en la región para organizar un concierto. Como cabeza de cartel, firmaron a Víctor Manuel, y junto a él actuarían Carlos Rubiera, Ricardo Cantalapiedra y las hermanas Julia y Rosa León.

Los miembros de "Asemeyu" afirman, aún hoy, que no tenían una intención política, aunque reconocen que pudo haber un aprovechamiento de la iniciativa por parte de algunos partidos. Pero lo cierto es que la organización se planteó desde la normalidad, y el colectivo solicitó por vía reglamentaria los permisos al Ayuntamiento de Noreña.

La primera elección era un prado anexo a una panificadora, muy cerca de la casa consistorial. El gobierno local, que en la época presidía Rafael Junquera, rechazó la petición y el propietario del terreno, supuestamente por presiones municipales, se desdijo. Los miembros de "Asemeyu" decidieron entonces ir a ver a Laureano Cadenas.

En aquel año de 1976, Cadenas tenía 44 años y ya estaba curtido en las movilizaciones mineras de los cincuenta y los sesenta, por lo que sabía bien cómo se las gastaban las autoridades franquistas. Por ello, cuando los chavales de "Asemeyu" fueron a verle, él sabía a qué se exponían. Porque cantar en Noreña no era como cantar en Langreo.

Cadenas, sentado a las puertas de su casa, gira instintivamente la cabeza y empieza a dibujar la escena con palabras: "La gente entraba por el otro prao, que era de mi padre, y subían pisando unas cajas de sidra. Allí, donde está la terraza, colocaron el escenario, y enfrente estaba el público. Reunieron a 2.000 personas". Porque el noreñense sigue viviendo junto al terreno que, el 24 de septiembre de 1976, acogió el recital.

"Antes del concierto ya se veía mucho movimiento de la autoridad. Había mucha Policía Armada, los trajeron de Sama de Langreo. Yo conocía a alguno", relata Cadenas. La mera mención a la Policía Armada, los "grises", remite a un tiempo predemocrático. Mas su presencia no amedrentó a los asistentes... ni a los cantantes.

En sus memorias, "Antes de que sea tarde", Víctor Manuel recuerda la tensión que percibió a su llegada: "La tarde no podía empezar peor... Aparqué el coche delante de una casa, cerca del prado, y cuando nos bajamos Rosa León, José Luis García Sánchez y yo, una mujer salió de la casa y al verme comenzó a increparme". El cantante no se amedrentó, mandó a la mujer "a la mierda" y, desde el escenario, cargó contra el alcalde.

Pese a todo, el concierto continuó con normalidad, y no fue hasta el final que los cantantes comprendieron que habían sido, simplemente, teloneros de los "grises": a la salida, un gran despliegue policial esperaba a los asistentes. "Dicen los testigos que la carga fue brutal: los antidisturbios cerraron con sus vehículos las salidas formando un cuello de botella como única vía de escape y a todos les será difícil olvidar los golpes que les cayeron", afirma Víctor Manuel.

El recital, y sus consecuencias, tuvo eco en la prensa regional y nacional. Las represalias no tardaron en llegar: al día siguiente, se anuló un concierto que estaba anunciado en Grado, ante el temor a una nueva carga. Muchos miembros de "Asemeyu" pasaron por el cuartel, así como el propio Cadenas. "Me vinieron a buscar una vez y me negué, pero a la segunda fui con ellos. Porque sabía que a la tercera vendrían con orden judicial, y quería más morirme que ir esposado a Noreña", relata.

"Asemeyu" desaparecería poco después. Algunos implicados en la organización sufrieron represalias durante el servicio militar, tras ser etiquetados con un "punto rojo", que les impedía ascender y podía suponer, incluso, tener que servir más tiempo. Pero lo peor era la presión social. "A mí me insultaban por la calle. Un día fui a tomar una sidra a Noreña y una mujer, desde un balcón, me dijo 'Ahí va el comunista, me cago en la madre que lo parió'. Le exigí respeto y alguien, detrás de ella, la obligó a entrar", relata Cadenas.

Cuarenta años después, Cadenas puede por fin sonreír al recordar aquellos hechos. Entre aquellos que pasaron por el concierto, todo lo que rodea al recital ha adquirido un halo mítico, como también la carreras delante los "grises", como si fuesen miuras y las calles de Noreña el escenario de un encierro de los sanfermines. "Avisé a los chavales: 'Cantar en Noreña no es como cantar en Langreo'", repite Cadenas.