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Cuando los zapatos salían de Noreña

En las cárnicas, la minería o como remendones acabaron las decenas de zapateros de la Villa Condal cuando el próspero y famoso sector entró en declive

Arriba, el taller del "Pelos", a principios del siglo pasado. Sobre estas líneas, cuatro zapateros vestidos para celebrar un día de San Crispín, hacia 1954: Son "el Cartero", Minín, Eduardo y Florencio Blanco, "Bartolín". A la derecha, "Bartolín", en su taller. "NOREÑA EN EL RECUERDO"/FALA Y ENCARNA BLANCO

En su monumental "Asturias", Octavio Bellmunt y Fermín Canella recogen una curiosa anécdota protagonizada por el noreñense Alonso Marcos de Llanes. Siendo Arzobispo de Sevilla, Marcos de Llanes se reunió con Carlos III quien, atendiendo a las explicaciones de su secretario, le preguntó si en verdad procedía de un "insignificante" pueblo del norte. El noreñense, sacando el orgullo, dio cumplida réplica al monarca: "No lo será tanto cuando tiene doscientos zapateros", dicen que dijo.

La anécdota refleja la relevancia que llegó a tener el gremio de los zapateros en la Villa Condal, donde perviven algunos dichos populares que recogen esa herencia. "En Noreña, todo consuela", afirman algunos, mientras otros recuerdan las palabras de Palacio Valdés: "No hay carretera ni camino vecinal de Asturias que no sea hollado por los zapatos de Noreña". Esta sentencia, ligeramente actualizada, figura en el recién inaugurado monumento a los zapateros de Noreña. Un gremio que vivió su ocaso a mediados del pasado siglo, y cuyos descendientes recuerdan su historia para LA NUEVA ESPAÑA.

"La gente plasma cuando ve la cantidad de zapateros que había en Noreña", explica Fernanda Valdés, descendiente de zapateros e impulsora del reconocimiento a estos profesionales. "Tenían una estructura gremial. El último maestro mayor fue José Pajares", relata.

Según explica Valdés, el gremio de los zapateros vivió sus últimos años de esplendor antes de la Guerra Civil. "Empezaban muy jóvenes, mi abuelo debió de entrar a trabajar con 16 años en el taller de Los Carechos, en La Nozalera. Estuvo allí hasta el 35, que se pasó a la hostelería", relata Pilar Junquera, nieta de José Álvarez Arbesú.

Los descendientes recuerdan sobre todo el día a día, los sacrificios del trabajo. "Mi padre era Baltasar Palacio, 'El Cantruñu'. Iba todos los lunes a La Carrera, donde estaba el almacén de Nemesio, que vendía suela y piel. Y después iba al Molinucu y a Calzados Cueto, a Sama, a llevarles mercancía", explica Margarita Palacio. Los mercados y comercios de Pola de Siero, Oviedo, Gijón y las Cuencas Mineras eran puntos de venta principales del calzado noreñense.

Dentro del gremio, además, había una gran especialización. "Mi padre, Avelino Mencía, 'El Tarañu', hacía botas para los mineros, primero en los talleres de Emilio Mortera y luego en los de Mediabolla, en la calle Socarrera", explica María Luisa Mencía. Esta división de tareas también implicaba a las mujeres, que como sucedía en la emergente industria cárnica y chacinera también hacían su parte. Maruja Torrijos, nieta de Valentín Mortera, recuerda cómo lo hacían en el taller en el que trabajaba su abuelo y que dirigía el hermano de éste, Francisco: "Trabajaban todos, padres e hijos. Recuerdo que Higinio cortaba el cuero, pero no sabía poner suela. Y Oliva iba a vender el calzado por los mercados. Yo era pequeña, pero me acuerdo de que después que faltó Francisco, Oliva, que era su hija, decía: 'Si mi padre lo viera, estos que presumen de zapateros y son zapateros remendones'".

La distinción entre los "zapateros" y los "remendones" es algo que los descendientes tienen muy interiorizado, un vestigio del orgullo gremial. "Mi padre era Enrique Cueto, 'Galán', y trabajaba con los Mortera. Pero sólo hacía cosas nuevas, sobre todo botas", afirma Fini Cueto.

Cuando llegó el declive de la industria local, muchos tuvieron que volver a empezar. Algunos acabaron como remendones, otros en la industria cárnica y algunos en otros sectores vinculados al calzado. "A mi abuelo yo lo conocí trabajando ya el género, las telas. Pero su hermano, Arturo, sí que seguía de zapatero cuando yo era niño", explica José Ramón Estévez. Su abuelo era nada menos que José Pajares, el último Maestro Mayor del gremio de los zapateros de Noreña.

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