Un bandoneón arrabalero conquistó ayer el centro social de Posada, tornado en gaucho escenario en el que una treintena de parejas se abrazó a la música del tango. Porque este recinto acogió una singular milonga vermú, organizada por la asociación "Contango Contigo", en colaboración con el Ayuntamiento de Llanera.

En origen estaba previsto que la actividad se desarrollase en el parque de la localidad, mas el frío y la amenaza de lluvia obligaron a trasladar la milonga al centro social. No importó: los bailarines se entregaron con pasión a ese intenso y melancólico rito en el que se convierte el tango, cuando hay fieles dispuestos a dejarse llevar por la música.

"El tango no es un baile que tenga requisitos de altura o edad, cualquiera puede bailarlo. Y una vez que entras, cuando empiezas a bailar, te atrapa. No puedes dejarlo", explica Carmen María Artime, fundadora de "Contango Contigo", que organiza periódicas milongas para los amantes del baile.

A la cita llanerense acudieron componentes de diversas escuelas de baile de todo el centro de la región, además de un buen número de vecinos intrigados por el misterio del tango. Con Gardel dignificando las letras de Alfredo Le Pera, las parejas se lanzaron a la improvisada pista, rodeada por las sillas en las que mujeres y hombres esperaban hallar una pareja libre, vencer su timidez o, simplemente, ahuyentar el cansancio tras encadenar un par de bailes.

"El tango puede parecer muy complicado desde fuera, pero una vez que te metes y empiezas a practicarlo, es muy fácil y muy divertido. Lo pasamos muy bien", afirma la llanerense Mayte Fernández. "Es una iniciativa genial. Yo voy todos los sábados al hotel Regente, en Oviedo, donde hay baile, y luego suelo apuntarme cuando organizan algo fuera", afirma Carmen Coalla, que únicamente lamenta la escasez de varones que se implican en estas iniciativas. "Hoy estamos bien, pero normalmente somos muchas más mujeres que hombres. Y es un problema, porque el tango, en concreto, es un baile que tenemos que compartir una mujer y un hombre, no podemos hacerlo dos mujeres", asegura.

Luis Enrique Alincastro, veterano en estas lides, confirma esa escasez de masculinidad en las sesiones de baile: "Por lo general, los hombres que vamos acabamos exhaustos, porque hay mujeres que no tienen pareja y se trata de que todos puedan bailar", sostiene. A su lado, su mujer, María Villalba, asiente comprensiva, aunque haciendo valer su prioridad sobre el resto de partenaires.